Un mural pintado a mano cobra vida en la zona industrial de Matanzas, en homenaje a los caÃdos en el incendio de la Base de Supertanqueros. Foto: Ventura de Jesús GarcÃa |
Entonces el ruido no paraba: camiones, carros, voces de mando, helicópteros, silbatos, el crepitar de las llamas. Y, a pesar de eso, un silencio doloroso envolvÃa a las personas: apenas se hablaba lo necesario para cumplir con el trabajo.
PodÃa parecer el caos aquella masa de gente, mangueras, agua; la capa crujiente de combustible quemado, el fango, el vehÃculo hecho un esqueleto negro...
Y, por el contrario, todo era un solo cuerpo, jadeante, casi desesperado, con el único objetivo de apagar el fuego; y poder llegar allà donde se habÃan visto por última vez los rostros amados de los compañeros.
Ahora, ha desaparecido el ruido. Parece increÃble, sobre el suelo de polvo blanco, que una extensión tan grande haya estado una vez presa de un mismo siniestro.
En la inmensidad del espacio, llegan apagados los sonidos de las máquinas que trabajan en el nuevo tanque, en las lÃneas, en lo mucho que hay que hacer para lograr la completa resurrección del lugar.
Hay que estar allÃ, en el centro mismo de esa explanada donde un cuerpo humano es demasiado pequeño, casi insignificante, para entender el heroÃsmo de quienes penetraron tras el parapeto de humo y cenizas, una y otra vez; y el de quienes ya no salieron nunca.
En una pared de la Base, junto a unas botas de bombero, se lee «Gracias»; porque no olvidar es una forma de agradecer, asà como lo es recuperar el sitio donde ellos murieron protegiéndolo, y hacerlo de forma tal que se subsanen las deficiencias y sea mucho más seguro.
Entonces, en el agosto de un año atrás, no se veÃa el sol, aunque estaba allÃ; el cielo era una extensión gris y roja, y el aire enrarecido irritaba la nariz y los ojos; olÃa a desastre.
Ahora, el sol castiga, amarillo y ciego, sobre cada alma que atraviesa esos parajes. El aire, limpio, trae el aroma inconfundible de la bahÃa. Se puede respirar profundo, pero sigue siendo doloroso llevar el recuerdo atrás.
Y lo seguirá siendo en razón de los caÃdos, y la deuda impagable con ellos y sus familias; en el sentimiento de una nación que se hizo una sola para dar de sà lo que tuviera; en la historia del paÃs que recogerá la zozobra, pero también y, sobre todo, la fortaleza.
Yeilén Delgado Calvo
amss/Tomado de Granma