Texto y fotos: Ricardo R. Gómez
Rodríguez
Yasmany no lo pensó dos veces,
pese a la frialdad en esta época de las aguas de la playa Santa María del Mar,
en el Este de La Habana. Empezó a
bracear contra las olas en busca de la víctima.
Yasmany Estévez Ramírez lleva
tres años como salvavidas. Vive en
Santa Cruz del Norte y todos los días llega a retar la marea a las siete de la
mañana y se retira a las siete de la noche. “El entrenamiento previo que te
enseñan en la escuela de esta rama para el oficio es esencial, pero hay que
mantenerse en forma”, dice.
“Los torpedos que nos entregaron
recientemente ayudan mucho”, agrega… y muestra una boya color naranja que lleva
bajo el brazo y le permite flotar.
Más de 40 personas rescata este
muchacho cada temporada, de la furia de Poseidón, Dios del mar.
“Hay tramos muy peligrosos en
las playas del Este, como las zonas del Atlántico y Tropicoco”, explica. “Si
tuviéramos más torres de observación, fuera mucho más fácil; pero quedan muy
pocas en pie”.
Este reportero levanta la mirada
hasta donde alcanza la vista y no divisa ninguna de esas torres rústicas que
tienen una silla en la cima. Debieron ser arrastradas por las aguas y fuertes
vientos.
Como Yasmany, hay otros 158 salvavidas de una plantilla de 170,
subordinados a Gloria González García, jefa del Departamento de Seguridad
Acuática del Este; quien radica en el único Centro de Entrenamiento del Sistema
Integral de Urgencias Médicas (SIUM), de la capital.
Esta rubia de ademanes enérgicos
tiene a 16 jefes de brigada bajo su mando.
Expone: “Tomamos muchas previsiones.
Ponemos la bandera roja cuando por las condiciones existentes está prohibido el
baño, la banderola amarilla si es preciso tomar precauciones y la verde si las
situaciones son óptimas. Pero algunas personas son indisciplinadas. Antes de la
Covid-19 teníamos que realizar unos cuatro mil 300 rescates al año. Hemos
mejorado. En lo que va de 2022 hicimos dos mil 018. Hubo un día 'negro', que
tuvimos tres fallecidos”.
Gloria menciona las cifras como
quien cuenta al dedillo la epopeya de sus muchachos por la vida. Ninguno me lo
dijo; pero cuando supe que el salario que tienen es de unos tres mil 300 pesos,
incluido el pago por peligrosidad, sentí insatisfacción, porque hay obras
humanas que no tienen precio.
Un solo detalle: Aunque lo
narrado hasta ahora formó parte de un ejercicio demostrativo del SIUM para
exponer sus capacidades y experiencias ante el peligro, a Yasmany Estévez lo vi
llegar a la orilla con una pequeña herida en el pie. Él tampoco me lo dijo.
Gloria señala los meses de abril
a septiembre como los de mayor afluencia; y dijo que otras de las partes más
peligrosas del lugar son la rotonda de Boca Ciega y un sitio que le llaman la
Torre 19, porque allí es muy fuerte la resaca.
- ¿La resaca?, pregunto.
Se acerca un hombre delgado y
muy mayor. Tiene 91 años. Todos le dicen “Chalo”.
- La resaca la ocasiona el
choque de la marea con los bancos de arena. Eso provoca olas que a veces son
enormes; elevan al bañista y lo lanzan contra el agua. Cualquiera les tiene
miedo. Yo no. Yo me la echo, con el que me digas de estos muchachos, nadando… -Y
se ríe, ante la broma, muy bajito… así como habla.
A Chalo (Alodio Abrahantes
Rodríguez) la familia lo llamó en 1959 cuando estaba descargando el barco
estadounidense para el cual trabajaba en el puerto de Casilda, Trinidad, en el centro
de Cuba.
“Pon la radio, que Fidel
hablará… dicen que va a nacionalizar las compañías americanas”, le dijeron.
Meses después el padre volvió a
comunicarse con él:
- Mi hijo, ven pa´ La Habana,
que la Revolución le entregó tierras a los guajiros y barcos a los pescadores.
A mí me dieron uno.
Alodio hasta hace muy poco fue
el jefe de Gloria. No hay quien le haga un cuento. Lleva 60 años en Guanabo,
desde que vino a ser el patrón de “La María”, la embarcación que le dieron a su
papá.
Dice que para trabajar en esto
hay que tener mucha técnica, saber cómo alcanzar y agarrar a quien se esté
ahogando. Pero que sí, que también es importante el ejercicio diario.
Cuando los salvavidas llegan a
la orilla con la víctima, enseguida inician la rehabilitación respiratoria y
avisan a los paramédicos; quienes continúan esa labor. La tripulación de la
ambulancia sigue ese proceso, que uno de ellos describió como A, B, C, D, E. Es
decir, trabajar en secuencias las vías aéreas; ventilación; circulación;
déficit neurológico; y exposición al trauma, o heridas, en caso de tenerlas.
De ello me ilustró Normando
Delabat Bellwer, quien no dejaba de revisar equipos de una de las salas del
Centro de Entrenamiento de las playas del Este; mientras conversábamos allí con
Janet Roger Cordero, jefa del Centro Coordinador, que radica en las calles 44 y
17, en el municipio Playa.
Este lugar se mantiene alerta
las 24 horas del día, con cuatro turnos de guardia; atentos a llamadas de la
población por el número de teléfono 104. El agente comunicador da el parte; lo
pasa a la expedición; el supervisor clasifica las prioridades, de acuerdo a las
características de los casos y las deriva a las bases regionales.
La ambulancia puede estar en la
vía pública y por la planta recibe la demanda.
En primer orden están las
emergencias pre hospitalarias; como rescates de accidentes del tránsito,
ahogados, inundaciones, derrumbes, el Programa Materno Infantil y los adultos
mayores, entre otros casos.
El tiempo de respuesta depende
de la disponibilidad de medios; pero actualmente es menor a 30 minutos, según
Janet.
En los últimos tiempos, sobre
todo en la etapa de enfrentamiento de la pandemia, fuimos testigos del esfuerzo
del Estado por dejar íntegramente informatizada esa instalación y ampliar sus
capacidades de respuesta, la cual aún tiene apoyo de empresas como Cubataxi y
Transporte Habana. Sin embargo, es innegable el muy deteriorado estado del
parque de vehículos, debido a las limitaciones de piezas, componentes, baterías
y neumáticos… Lo del bloqueo no es ningún cuento y cuesta vidas.
Escuchamos a estas mujeres y
hombres. Oímos hablar con pasión de su día a día. Vimos cómo seres anónimos
salen cada jornada a ponerle el pecho a las adversidades para defender la
existencia como algo sagrado.
amss
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