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Los bateadores han de ajustarse, según las demandas del juego. Foto: WBSC
“Fue una mala actuación”. “Es que no tuvieron
suerte”. “No creo que deba hablarse de suerte, cuando no se juega bien a la
pelota”. “Creo que fue una mala ubicación, más que una pobre actuación”. Por
esos tamices corría un debate entre colegas que seguimos el beisbol, justo en
la primera jornada de la Liga Élite. ¿El tema? El décimo lugar en el Campeonato Mundial Sub-23.
En un ágora, siempre difícil por el filo de las
opiniones, Jonas Díaz, de Prensa Latina; Joel García, del periódico
Trabajadores; y Norland Rosendo, de Juventud Rebelde, nos acercamos al punto
expuesto por el periodista del diario juvenil, de que realmente se trata de una
muy mala ubicación.
Solo cuatro equipos en esa cita del orbe
ganaron cinco o más partidos; uno de ellos fue Cuba, que obtuvo saldo de cinco
victorias y tres derrotas. Visto así no podría hablarse de una mala actuación,
pero sucede que el resultado claro que no es bueno.
Eso es una realidad, porque, además,
oportunidades hubo para no ir a parar a esa rezagada zona, solo por delante de
Alemania y Sudáfrica. En nuestra opinión, ahí está la calificación que le damos
a la Mayor de las Antillas en esa lid, porque en un torneo se evalúa el hecho
competitivo, que no solo es de uno, dos o tres desafíos, es el de todo un
calendario.
Faltó efectividad en los momentos cruciales
para no apremiar al equipo, como pasó en los últimos cinco encuentros, todos
con saldos favorables, pero dependiendo de lo que hacían los otros
concursantes. Es decir, como en el instante clave no hubo solución, se la
pasamos a otros, y eso sí es caer en manos del azar: si tienes suerte se da un
resultado positivo, de lo contrario, como en este caso, pasara lo que pasara,
hasta el décimo era el destino.
Es cierto que dos de los tres choques perdidos
por el elenco cubano encontraron decisión en las postrimerías, en el séptimo
frente a Sudcorea, subcampeón del evento; y en el sexto ante Holanda. Pero
también lo es que en esos dos juegos la ofensiva no produjo en el momento
competitivo, entiéndase por este los pasajes del match en que
se tenía la posibilidad de marcar en la pizarra.
Pero, además, la jugada que saca al conjunto cubano de la ronda de la disputa por las medallas, ni fue un ponche con bases llenas ni un buen fildeo del rival o un batazo de jonrón del oponente ni se le cayó la bola a un jugador, fue un craso error de la mecánica defensiva. La pifia de centrarse en el corredor más atrasado, en situación de doble robo, con hombre en tercera y primera y dos outs, no va a la hoja de anotación como una marfilada, mas mandó al equipo, de mucho talento y actitud deportiva, al décimo escaño.
El plantel cubano fue sexto en bateo, con 242 de average, y uno de los cinco equipos que no pegaron jonrones, en una justa de poca producción de largometrajes, tanto que, de los cuatro primeros, solo uno, Japón, logró cuadrangular en el calendario. En la efectividad del pitcheo fue tercero, con 1,51 carreras limpias por juego, detrás de Japón (1,00) y Taipéi de China (1,33), y con 983 quedó segundo en defensa, solo superado por los 984 de los japoneses.
Los datos muestran todo el camino recorrido por los equipos, y es la manera de decir que el rendimiento fue de los más integrales de la cita del orbe. Sin embargo, en pelota cada inning cuenta y cuesta, y lo que no se haga o se ejecute mal, en el momento táctico adecuado, no encaja con el resultado competitivo.
odh/Tomado de Granma
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