Médicos de la familia, custodios del barrio



Por Ricardo Gómez Rodríguez
Fotos del muro de FB de Nayla Marieta Leyva Rodriguez
La idea fundacional de Fidel Castro era que cada barrio estuviera protegido y vigilado por un galeno. El programa del médico y la enfermera de la familia cumplió en Cuba este cuatro de enero, 40 años de creado, en una barriada de La Habana.
Hoy las condiciones no son las mismas de aquellas, cuando fueron edificados majestuosos consultorios, que incluyen áreas de consultas y las casas de quienes tienen la misión de ser los especialistas más cercanos a la comunidad, en cuanto a la protección de la salud.
Esa atención primaria de la que tanto se habla, conlleva esfuerzo, interrelación con el pueblo, estudio, visitas periódicas a las casas, conocer al dedillo la situación, condiciones de vida y dolencia de cada núcleo familiar.
Tienen ante todo, la obligación de, más allá de los horarios de consulta, servir de primeros auxilios a las personas para quienes trabajan.
La concepción de ese programa permite que Cuba exhiba mínimas y ejemplarizantes tasas de mortalidad infantil, mantener la prevención en los primeros años de vida de los infantes y resultados notables en la atención a adultos mayores o discapacitados.
Sin embargo, toca enfrentar distorsiones; como la ausencia injustificada de los médicos en horarios cuando los pacientes reclaman por ellos, bajo la famosa frase de “está de terreno”, pero que realmente no hay manera de localizarlos en el mundo terrenal.
Hay que erradicar el hecho de que algunos moradores de esas viviendas que hizo el pueblo para que estén cerca de él, se encierren con rejas y candados, descuelguen teléfonos, o sean los últimos que se enteren de las dolencias de un paciente.
El personal de la Salud en Cuba, en su gran mayoría, es un paradigma para el resto de las profesiones y oficios, por su entrega, por la vocación de servir, sobreponiéndose a serias limitaciones de recursos, medicamentos y medios para su labor.
Pero cuando un consultorio médico está cerrado sin razón alguna, cuando la enfermera se deshace en explicaciones ante la ausencia injustificada del galeno, o se anteponen intereses y gestiones personales, al primer deber, que es servir, se traicionan principios fundacionales de aquella idea de Fidel de que cada familia, tenga lo más próximo posible a su propio médico y enfermera.
Ellos hoy merecen el respeto y admiración de quienes confían en sus conocimientos, amor y entrega, por forman parte de un programa capaz de llegar, de forma efectiva, hasta el más recóndito paraje de la geografía cubana.

nyr




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