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Camilleros

 

Para Alfredo, nada hay más importante que el buen trato a los pacientes. Foto: Oscar Alvarez Delgado

Cuando un auto cualquiera llega a un centro médico sonando el claxon, uno espera que el camillero esté cerca para brindarle pronta ayuda. En ese momento en que se transporta a una persona con una emergencia médica, lo que más se desea es que todo fluya con prontitud, y en ello, la actuación de los camilleros es fundamental. Otro tanto ocurre cuando es necesario el traslado a diferentes pruebas, de un paciente hospitalizado, el cual no está en condiciones de hacerlo por sus propios medios.

El buen trato aplaca las molestias que pueden causar lo desvencijado del sillón de ruedas o del elevador. Foto: Oscar Alvarez Delgado

Aunque, por disímiles cuestiones, no todas las experiencias al respecto son buenas, lo cierto es que hay muchos cuyo trato y amabilidad, contribuyen en buena medida a que el paciente mejore su estado de ánimo. Y como dicen que para muestra, con un botón basta, conversamos con Alfredo Gachet Godínez, a quien muchos llaman como mensajero, aun cundo se desempeña como camillero en las salas G y H, del Hospital Docente Clínico Quirúrgico Joaquín Albarrán, conocido popularmente como clínico de 26.

Allí, dónde al mismo tiempo conviven pacientes y constructores, de forma que la atención a los enfermos y los arreglos del hospital se lleven con las menores afectaciones posibles, el trabajo de los camilleros no cesa. En ese entorno, es que le toca a Alfredo llevar a los pacientes de las salas G y H a las distintas consultas que tienen programadas y realizar diversas acciones de mensajería, de forma que lo mismo se le puede ver llevando las dietas del día para los paciente ingresados, que buscando el resultado de algún análisis, o cualquier otra cosa que haga falta.

A sus 59 años, Alfredo busca que su trabajo haga lo más placentera posible la estadía de las personas dentro del hospital, por lo que siempre se le puede ver de buen carácter, conversando con los pacientes mientras les traslada en un sillón de ruedas, en caso que no puedan moverse por sus propios medios. Para ello, lo primero cada día, pese a las condiciones del transporte y de vivir en Buena Vista, Playa, es llegar temprano, de forma que los pacientes esperen el menor tiempo posible.

Alfredo no es de los más viejos en el clínico de 26, como lo atestigua su cerca de año y medio de permanencia en esa institución médica, pero sabe ganarse el aprecio de pacientes y acompañantes, toda vez que para él lo más importante es "ayudar a que los pacientes se sientan bien". Comenta que, aún cuando uno tenga problemas personales, el trato a los pacientes ha de ser amable y jovial, pues ellos no tienen la culpa de dichos problemas.

Con anterioridad Alfredo había sido operador de grupos electrógenos, sin embargo, dice sentirse mejor como camillero que en ese otro trabajo, pese a que allí tenía mejor salario. Las razones, un horario menos tenso, que le permite dormir en su casa, y un mayor contacto con las personas, lo cual le hace sentirse útil, razones más que suficientes para enamorarse de este trabajo, tan necesario y poco visualizado.

No es que sea el único camillero que se gana el aprecio de pacientes y acompañantes, ni el que más tiempo lleve en esas funciones, pero sí nos da la oportunidad de tenerle como ese "botón de muestra" dónde debieran de verse quienes, como él, tienen contacto directo con los pacientes. Ponerle corazón a lo que se haga, esa es la clave con la que Alfredo conquista el corazón de los pacientes que él atiende.

nyr/Tribuna de La Habana 

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