Fidel comparte con los estudiantes del primer curso emergente de maestros primarios en la Ciudad Deportiva de La Habana, 11 de septiembre de 2001. Autor: Estudios Revolución
Fidel concibió la educación como uno de los ejes fundamentales en la estrategia orientada a la conquista de la soberanía, la justicia social y la necesaria lucha contra el subdesarrollo. Para lograr tan ambiciosos propósitos transformadores, como ha dicho la intelectual Graziella Pogolotti, había que introducir profundas reformas estructurales, a la vez que se procedía a la construcción de un sujeto crítico, capaz de asumir con plena conciencia el proceso emancipador.
Por eso, aquel 22 de diciembre de 1961, cuando el Comandante en Jefe anunciaba el fin de la Campaña de Alfabetización y proclamaba a nuestro país Territorio Libre de Analfabetismo, iniciaba una gran obra educacional que se extiende hasta nuestros días. Aquel día Fidel aseguró: «Hemos ganado una gran batalla, y hay que llamarlo así: batalla, porque la victoria contra el analfabetismo en nuestro país se ha logrado mediante una gran batalla, con todas las reglas de una gran batalla…».
Sobre la importancia de la educación como una de las principales fortalezas con la que cuenta la Revolución manifestó: «…sin educación, realmente no puede haber Revolución. Y la Revolución alcanzará tanto más avance y tanto más éxito, cuanto más trabaje en el campo de la educación, cuantos más técnicos competentes, hombres, administradores competentes, maestros, técnicos, cuadros revolucionarios, tenga. Y en eso está lo fundamental».
Además, dijo, que «la Revolución no es una lucha por el presente, la Revolución es una lucha por el futuro; la Revolución tiene siempre su vista puesta en el porvenir y la patria en que pensamos, la sociedad que concebimos como sociedad justa y digna de los hombres, es la patria del mañana; la sociedad que empezamos a construir hoy y que edificaremos piedra a piedra. Como vemos así las cosas es que pensamos que nuestra tarea más importante está en la educación».
Al referirse al papel del educador precisó: «El maestro está obligado, ante todo, a plantearse ante sí altos requerimientos morales, ya que no se puede exigir a los demás lo que él mismo no practica. Solo puede educar el que es ejemplo. Por ello, la importancia social que el Partido y el Estado le confieren al trabajo del educador.
«El educador debe ser, además, un activista de la política revolucionaria de nuestro Partido, un defensor de nuestra ideología, de nuestra moral, de nuestras convicciones políticas. Debe ser, por tanto, un ejemplo de revolucionario, comenzando por el requisito de ser un buen profesor, un trabajador disciplinado, un profesional con espíritu de superación, un luchador incansable contra todo lo mal hecho y un abanderado de la exigencia».
El Comandante en Jefe también habló de que el educador no debe sentirse nunca satisfecho con sus conocimientos. «Debe ser un autodidacta que perfeccione permanentemente su método de estudio, de indagación, de investigación. Tiene que ser un entusiasta y dedicado trabajador de la cultura. La autopreparación es la base de la cultura del profesor...nyr/JR
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