Foto: Tomada de Granma
Era 1867 y los criollos ya estaban hartos
de que España fuese dueña de la tierra que les vio nacer, que les dio ese sabor
único, nuevo, tan diferente del que se prueba en el Mediterráneo. En voz baja se
hablaba de independencia, sublevación, levantamiento, libertad. A fuego lento se
estaba cocinando la revolución y Oriente se convertía en el motor que cambiaría
la historia de Cuba.
La casa de Pedro Figueredo, Perucho, era uno de los centros de conspiración más
importantes en la ciudad de Bayamo. Allí llegaron el 13 de agosto, hará pronto 156
años, Francisco Maceo Osorio y Francisco Vicente Aguilera; algunas fuentes incluyen
a otros independentistas. Después de hablar de la guerra, reconocieron la necesidad
de crear un himno que llamara al pueblo a la lucha, como en su tiempo lo hiciese
La Marsellesa en las calles de París.
Por sus dotes con la música, fue Perucho
el designado para la composición. Así, entre las horas de la madrugada y las teclas
del piano, nacieron los acordes de La Bayamesa. Debe haber sido un instante
mágico: los patriotas sentados en silencio en la sala de la casa, mientras de los
dedos del pianista surgía, por primera vez, la canción que nos guiaría hacia cada
triunfo, y que nos consolaría en cada derrota.
No había forma de ocultar la naturaleza
incendiaria de la pieza, la cual se dio a conocer primero entre los más cercanos
independentistas. Por eso cuando se tocó en público por primera vez, casi un año
después de aquella noche, el 11 de junio de 1868, tratando de hacerla pasar por
una obra religiosa, no hubo forma de disimular la verdad.
El Gobernador militar de la ciudad, Teniente
Coronel de Caballería Julián de Udaeta y Arrechavala, notó enseguida el sentimiento
de combate que inspiraba la pieza con que cerró la celebración del Corpus Christi.
Al enterarse de que era una obra de Figueredo, le increpa, y este defiende su inocencia
argumentando que el coronel no era músico, por lo que no tenía cómo saber si la
melodía trataba de guerra o de religión.
El resto de la historia es bien conocida.
Con pinceladas de leyenda se cuenta cómo el 20 de octubre, luego de que Ejército
Libertador tomara Bayamo, en un desfile triunfante Perucho compuso los versos, sobre
el lomo de su caballo. La letra no surgió en el momento, ya había sido escrita y
memorizada por el autor y, según algunas fuentes, distribuida entre los revolucionarios
más confiables. Pero Figueredo la puso rápidamente sobre algunas hojas de papel
y se la dio al pueblo, quien, a viva voz, la entonó por primera vez.
Ha pasado más de un siglo y medio de aquella
madrugada. Desde entonces el alma tiembla, el pecho se ensancha y la garganta escuece
por cantar desde que escuchamos, aunque sea de lejos, las primeras notas del Himno
de Bayamo.
amss/Tomado
de Granma
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