Policías de carne y hueso

 

Foto: Tomada de Cubasí

La nueva temporada de Tras la huella (a la que le dedicaremos más adelante un comentario más extenso) ha ido atendiendo algunas de las demandas de la teleaudiencia y la crítica.
 
En estos capítulos de estreno, que transmite Cubavisión los domingos después del Noticiero, con los protagonistas se ha ido consolidando lo que ya se vislumbraba en temporadas anteriores: en las tramas son más evidentes sus historias e incluso sus conflictos más personales.
 
Lejos están ya aquellos oficiales impolutos e infalibles de las primeras entregas, que eran incapaces, incluso, de bromear entre ellos.
 
Policías de carne y hueso, eso se le ha pedido siempre a este policíaco nacional. Y aunque la propia lógica de la teleserie no propicia seguimientos exhaustivos de las vidas privadas de los oficiales, en alguna medida sus trayectorias más o menos íntimas inciden en las líneas argumentales.
 
Y esa vocación de matizar personajes alcanza también muchas veces a los delincuentes, que se sacuden de algunos lugares comunes que devienen vicios.
 
Hay también un discreto salto de calidad en las puestas en pantalla, más notable en algunos unitarios o miniseries. Mejor factura, más integración de todos los apartados, cierta pretensión de ir más allá de la mera funcionalidad.
 
Pero todavía no puede hablarse de estándares establecidos. Algunos capítulos dejan el listón alto, y no siempre se puede alcanzar en las entregas sucesivas.
 
Se ha ganado algo en el manejo del suspenso, aunque la propia estructura de la serie suele explicitar desde el principio la naturaleza de las acciones delictivas... pero se consigue narrar con menos didactismo los procesos de investigación.
 
Tras la huella ha debido enfrentar algunos de los peligros de las teleseries de largo aliento, que se sustentan en la sucesión de historias independientes y casi siempre inconexas. A esa circunstancia le dedicaremos otro comentario.
 
Yuris Nórido
 
amss/Tomado de Cubasí