Foto: Tomada de Cubasí
La polémica no está en si lee más o si
se lee menos en estos tiempos. Probablemente se lea más, asumiendo el hecho de
que se han multiplicado los soportes y las plataformas.
Ciertamente, nunca antes ha habido
tantas opciones para la lectura. Pero la cuestión está en la calidad de lo que
se lee, porque convengamos en que también vivimos tiempos de una evidente
magnificación de la tontería.
Algunos dicen que lo importante es que
se lea, y que lo que se lea es secundario. No estamos del todo de acuerdo. Está
bien que se lea, pero habría que aspirar a que esa lectura fuera provechosa. Y
el provecho, por supuesto, no tiene que contraponerse al disfrute. La buena
lectura aúna placer y utilidad; y el libro, en el formato que sea (eso sí es
secundario), sigue estando en la base misma de la pirámide cultural.
Está claro que hay que actualizar estrategias de promoción, está claro que
hay que explorar potencialidades asociadas a las nuevas tecnologías. Pero
habría que partir de una efectiva jerarquización. Y ahí hay responsabilidades
compartidas.
Puede que la institución trascienda los ámbitos más convencionales para la
promoción de la lectura… lo que hace, por ejemplo, el Centro Provincial del
Libro de Camagüey, con sus actividades en las comunidades, o las jornadas que
se organizan en la serranía de Granma, son iniciativas bien recibidas.
Pero hay que implicar mucho más a las escuelas, y vincularlas con las
bibliotecas y las librerías de las localidades. O sea, consolidar sistemas. Y
no menos importante: la familia tiene un rol fundamental. Ojalá que todos los
padres tuvieran conciencia de la importancia de la lectura en la formación de
sus hijos. En la casa comienza todo.
Yuris Nórido
amss/Tomado de Cubasí
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