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Caricatura: Tomada de Granma
En nuestras calles se convive con disímiles
expresiones sonoras, herencias directas de una tradición que aún hoy se resiste
a ser relegada. Amén de reclamos (más que todo en redes sociales) para
erradicar o vilipendiar todo atisbo que siga reconectando a nuestra cultura
popular consigo misma en estos tiempos, esa “arcaica” realidad para algunos
buscarresquicios para, en francos desafíos dialécticos y musicales, seguir
latiendo. El cúmulo de dicharachos, motes, situaciones y muchas más realidades
sociales de Cuba en otros tiempos, fueron traspolados a la música desde el
incipiente asomo de la cubanidad sonora que comienza a gestarse desde el siglo
xviii. Y junto a esa capacidad musical se consolida entonces un singular
maridaje que incluyó a la música y al comercio como inseparables contrapartes:
el pregón cantado. Pero en nuestro caso, la aceptación popular y cultural que
le fue otorgada distaba de su funcionalidad social primigenia, porque, como
bien sabemos, el cubano le pone música a todo.
Vendedores ambulantes de frutas, especias,
periódicos, golosinas y más comenzaron a incorporarles música a sus anuncios en
muchos casos acudiendo a registros agudos, ya fuera imitando alguna canción de
moda, o simplemente desde una creación propia. Ejemplos sonoros como los
cánticos de “estiro bastidores” o “para pantalón y saco, traigo
perchero barato” son recuerdos de una época que, aunque inmersa en formas de comercio ya
en desuso, han transmutado el oficio de la oralidad musical a estos tiempos.
Por ejemplo, ¿se ha preguntado por qué un único
pregón para ofertar escobas, haraganes y demás utensilios? Si lo analizamos, no
son hombres quienes lo protagonizan, sino mujeres, que bien pudieran desechar
el motivo sonoro, ya fuera por acudir a códigos de modernidad o comodidad. Pero
no: se opta por un mismo cántico pletórico de un cromatismo indescriptible que
posee, aún, algo de música. Dejando a un lado este ejemplo, bien sabe todo
pregonero la importancia de la reiteración del mensaje como función esencial de
la comunicación, y aparejado a ello mantienen también el énfasis melódico en su
manera de entonar cada uno. Un canto para cada oferta ambulante puede ser más o
menos afinado, o poseer más elementos sonoros y menos declamados, o viceversa;
hay modos que solo musicalizan una parte y otros que tienen una melodía casi
llana como el popular “bocadito de helado”, que junto a otros afines (el pie de
coco y de guayaba etc.) incorporan variantes tecnológicas al reproducir y
amplificar un único mensaje usado por cientos de vendedores.
Faenas diarias y extenuantes bajo el sol exigen
del pregonero la impostación y colocación de la voz para no dañar sus cuerdas
vocales, algo que quizá desconozcan como técnica esencial del canto y la
declamación profesionales, pero que hace más llamativa su aprehensión de modo
empírico durante años. Modalmente, el pregón no lleva implícito ser
necesariamente afinado, pues su mayor aporte, su relevancia social y fortaleza
cultural, es mantener viva la oralidad musical y tradicional cubana en estos
tiempos.
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