Foto: Tomada de Cubasí
Los que esperan de los capítulos finales de las teleseries la conclusión
(feliz o no) de todas las historias, habrán quedado sobre ascuas con el cierre
de la segunda temporada de Calendario: buena parte de las tramas quedaron en
sus puntos más álgidos, a la espera de una tercera temporada que se anuncia
como la última.
Y no son precisamente conflictos menores. Si algo no ha
hecho la serie que dirige Magda González Grau es edulcorar. Se han planteado
asuntos complejos, evitando tremendismos y regodeos morbosos, pero sin
escatimar arduas implicaciones.
Pudiera parecer que hay demasiada intensidad, demasiada
concentración dramática en tan pocos núcleos: es como si se pretendiera cubrir
en una sola serie un espectro amplísimo de problemáticas. Pero la manera en que
se articulan las líneas argumentales consolida un entramado coherente. La
narración nunca resulta abrumadora porque las peripecias están bien
distribuidas.
Y ayuda mucho el compromiso de los intérpretes con sus
personajes e historias. La dirección de actores ha conseguido un tono común, en
perfecta correspondencia con la diafanidad de los textos.
Otra virtud ha sido la de mantener a raya la vocación
didáctica y aleccionadora, al menos en sus manifestaciones más explícitas. O
sea, no se ignora la pretensión del resaltar valores universales, pero se hace
rehuyendo de lugares comunes, facilismos, discursos preestablecidos...
Los matices en el armazón dramático, en la concepción de los personajes, en
la búsqueda de soluciones ante determinadas disyuntivas... garantizan la
verosimilitud del planteamiento.
Una profesora no puede resolver los problemas de todos
sus alumnos (ni siquiera puede resolver todos sus problemas propios), pero
puede ayudar a lidiar con ellos, desde la solidaridad, el interés, el compromiso,
el entusiasmo, el amor... y eso es lo que uno quisiera que intentaran todos los
profesores... aunque suene a hermosa utopía.
De eso se trata: concretar lo que para muchos sigue
siendo una utopía: la utilidad de la virtud... que no es virtud impoluta. Y por
eso el personaje principal está sometido a esa andanada de desafíos. Por eso se
le exige posicionarse ante disímiles actitudes. Por eso se pone a prueba su
sentido de la ética y su vocación. La profesora Amalia encarna un símbolo. A
partir de ese símbolo se establece el pacto ficcional.
La segunda temporada de Calendario ha
dejado más preguntas que respuestas... y no hay que esperar soluciones de
cuentos de hadas. Estamos expectantes...
Yuris Nórido
amss/Tomado de Cubasí
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