Texto y foto: Ricardo Gómez Rodríguez
Los ojos hablan. Cuando miras los de José Ramón, te das
cuenta que vieron mucho en esta vida. Él está por cumplir 85 años en junio
próximo y es de esos seres rodeados por luces, hálitos, espíritus, que te
animan a andar.
Cada 20 de abril, José Ramón López Rodríguez viene hasta
la esquina de la calle Humboldt número 7; donde un edificio verde desafía las
rachas de viento provenientes del cercano Malecón, en Centro Habana.
Nadie tiene que convocarlo, él viene por su cuenta. Le
rinde silencioso tributo a quien fuera su amigo, el mártir José Machado
Rodríguez (Machadito); asesinado por ráfagas de odio de esbirros del tirano
Fulgencio Batista en 1957, en momentos cuando cayeron también Fructuoso
Rodríguez, Juan Pedro Carbó Serviá, y Joe Westbrook. Todos en plena juventud.
- ¿Usted pertenecía al Directorio Revolucionario 13 de
Marzo?, rompo su mutismo.
- Realmente, no. Mi padre era militar y me exigía que
guardara prudencia, aunque alguna que otra piedra sí tiré. Era amigo de
Machadito porque él era secretario de deportes y yo estaba en el equipo de
atletismo de la Universidad de La Habana (UH). Nos veíamos con frecuencia en el
estadio.
A fines de marzo de 1956 fuimos juntos al Festival
Atlético Oriental. Íbamos haciendo cuentos en el avión desde aquí hasta
Santiago de Cuba. Machadito era muy expresivo; y como yo no me quedo atrás,
entretuvimos todo el tiempo a los demás.
Cuando llegamos allá, a la casa de huéspedes, se me
perdió mi amigo y nunca supe por qué. Sí vi que lo recibió Frank País. Yo no
sabía quién era Frank, después me hablaron de él.
Me quedé siempre con la interrogante de por qué
desapareció José Machado. Hace dos años su hermana me confesó que la razón por
la cual no lo vi más en Santiago era porque salió a cumplir una orden y llevar
una orientación de José Antonio Echeverría a los revolucionarios de Manzanillo.
Frank le facilitó el transporte.
- ¿Qué deporte usted practicaba?
- Salto con garrocha, ahora le dicen salto con pértiga.
También era corredor de cuatro por 100.
En una ocasión tuve que aplicar mis dotes de velocista.
El 10 de enero de 1956 los estudiantes convocaron a un acto para repudiar el
asesinato de Julio Antonio Mella en México; en esa misma fecha, pero de 1929.
Una hora después de concluida la ceremonia pasé por el
lugar y me detuvieron. Me habían advertido que no atravesara por las calles San
Lázaro y M; porque estaban apresando a la gente, pero no hice caso. Fui a
tomarme un café.
Nos llevaron para la novena estación de policía. Íbamos
15 en el carro jaula y me quedé para el final porque mientras los muchachos
subían les iban dando sopapos.
Cuando todos estaban arriba yo corrí por las escaleras y
llegué sin que me dieran un solo bofetón; pero ya en la unidad, los guardias
hicieron una rueda y me dieron como 100 cachetadas. Quedé viendo las
estrellitas y con dolores por largo rato.
José Ramón es ingeniero electrónico, del primer grupo
graduado en la Universidad de La Habana, después del triunfo de la Revolución.
Allí fue secretario general de la Juventud.
Recuerda que en los meses finales de la tiranía de Batista
había gran animosidad contra ella, y agrega: “La gente protestaba, salía a las
calles. Cuando se cumplía un aniversario del golpe de estado del dictador, el
10 de Marzo, traté de cobrarme los bofetones que me habían dado dos meses antes
y le tiré varias piedras a la policía, a pesar de la advertencia de mi padre.”
Hay hombres que pasan por tu lado como alguien normal, imperceptible.
Reaccionas cuando les miras a los ojos y ellos hablan, te dicen que tienen
historias por contar.
amss
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