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Tomadas de Cubarte
La Sección de Musicología de la Asociación de Músicos
de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) ha inaugurado un nuevo espacio
para contribuir al desarrollo de su quehacer. Se nombra Contracanto,
entre otras definiciones, un término que alude a la línea melódica secundaria, opuesta
o asociada a la principal en una obra; es decir que estamos tratando con un concepto
que tributa a la riqueza de la música. Se acompaña esta denominación con la precisión
de Diálogos musicológicos.
En
ese mismo sentido de fertilidad y variedad se abre este ámbito como ocasión de debate
sobre temas actuales del hacer y el pensar la musicología junto a otras ciencias
sociales en el contexto cubano. Fue esta apertura hacia las otras disciplinas la
que posibilitó en esta oportunidad mi acompañamiento a tan valioso y entusiasta
grupo de especialistas.
La
primera jornada tuvo por sede la grata sala Gisela Hernández del Museo Nacional
de la Música, una institución próxima a reinaugurarse tras la intensa reparación
de la cual ha sido objeto por años y que nos dará como resultado el disfrute de
un valioso edificio responsablemente restaurado.
Su
primer conferencista —aunque le agrade más a él que le llamemos “el primer animador”—
fue el Maestro Jesús Gómez Cairo, musicólogo él mismo y Director del referido Museo,
quien presentó el tema “Musicología cubana: realizaciones, insuficiencias, retos
y proyecciones”, asunto que, por su vastedad, apenas tuvo un primer acercamiento,
acordándose con posterioridad que se le dedique una segunda y una tercera jornada
para los meses de abril y mayo respectivamente.
El investigador y profesor inició su intervención con
un recorrido por los hitos del pensamiento musical cubano a partir del siglo XIX
con los libros del compositor y fundador de la crítica musical en Cuba Serafín Ramírez
(1832-1907) La Habana artística. Apuntes históricos (1891) y del compositor,
director de orquesta y violinista Laureano Fuentes Matons (1825-1898) La música
en Santiago de Cuba (1893). A continuación, Gómez Cairo justipreció
El
folklore en la música cubana, de Eduardo Sánchez de Fuentes, quien realizó
la primera configuración de un cuadro de géneros de nuestra música, un producto
de particular valor y audacia intelectual dada la complejidad del propósito.
El
expositor precisó luego que la música cubana no puede ser objeto de estudio de los
musicólogos solamente, sino que necesita del concurso de otros especialistas, así
como de apoyo institucional puesto que la tarea es amplia y compleja dado el carácter
múltiple del propio objeto.
Se
detuvo en el hecho curioso de cómo el estudio de la música por sujetos ajenos a
la musicología se ha realizado con otros métodos, obteniendo, no obstante, resultados
valiosos y citó el ejemplo de Alejo Carpentier, quien tocaba el piano y tenía profundos
conocimientos sobre la música. Recordó que los primeros escritos de Carpentier tuvieron
por objeto la música, aunque más tarde esta figura sea identificada y recordada,
en primer lugar, como alguien adscrito al campo literario. En efecto, para los amantes
e interesados en el arte que combina sonidos y silencios y en la cultura cubana
no hay modo de obviar obras como La música en Cuba y Ese músico
que llevo dentro.
Luego
Gómez Cairo rememoró a vuela pluma unos setenta y cinco nombres de intelectuales
cubanos que se han dedicado a la investigación musical sin ser músicos ni musicólogos,
entre ellos figuran Zoila Lapique, Lydia Cabrera, Natalio Galán, Francisco Rey Alfonso.
Apunta el sagaz investigador el rasgo que los caracteriza: la tenencia de información
musical.
En
su recorrido hasta el presente el conferencista también evocó determinadas instituciones,
entre ellas el Instituto de Etnología y Folklore creado por Argeliers León en los
tempranos sesenta. Más adelante la estancia en la Casa de las Américas de este hombre
virtuoso y útil y su participación directa, junto a Armando Hart, entonces Ministro
de Cultura, en la creación del Centro de Investigación y Desarrollo de la Música
Cubana (Cidmuc).
Resaltó
el papel de Argeliers en la promoción de los jóvenes valores, narró cómo les dio
paso a los entonces recién egresados Olavo Alén y él mismo, Jesús Gómez Cairo, quienes
regresaban de Europa tras cursar estudios en Berlín y Moscú respectivamente.
Se
refirió a la creación del Museo Nacional de la Música en 1971 y al Departamento
de Musicología de la Facultad de Música del ISA, en 1976, y no podía faltar la labor
sistemática de Odilio Urfé, fundador del Instituto Musical de Investigaciones Folklóricas,
sobre 1949, en la línea de las asociaciones, sin vínculos con el Estado. Lo hizo
en la Iglesia de Paula y acometió la primera restauración del lugar con donaciones
de personas interesadas en el proyecto. Más tarde, con el surgimiento del Consejo
Nacional de Cultura, en 1961, surgió allí el Seminario de la Música Cubana, un impresionante
proyecto pedagógico encargado de brindar formación académica a los músicos que carecían
de ella.
Es
necesario decir que contribuyeron al interés y la amenidad de la exposición la rigurosa
formación del ponente, su acuciosa labor investigativa, su altura cívica e intelectual
y sus personales anécdotas como sujeto presente en varios de los acontecimientos
y procesos a partir de la segunda mitad del siglo pasado.
Gómez
culminó puntualizando que en el ámbito de la música existen muchas necesidades que
la musicología puede satisfacer en la medida en que se diversifique cada vez más.
No obstante, en su criterio, en la academia los estudiantes aún no hacen suya esta
mirada. La formación es incompleta y, por otra parte, no existe un movimiento musicológico
cohesionado.
Al
término de la exposición se produjo un vivo intercambio con el auditorio compuesto
por musicólogos y músicos de diversas promociones. La mayoría de las intervenciones
resaltaron el valor de la musicología, desde la experiencia vital de cada quien,
y la complacencia con el ejercicio de la especialidad. Se encontraban allí unos
pocos jóvenes, motivo este para que se tratara con interés la implicación del talento
emergente.
En
el transcurso de más de dos horas —que pasaron con asombrosa levedad— fueron bocetados
algunos logros y algunas insuficiencias, a la vez que fueron vislumbrados determinados
desafíos. Sobre retos y desafíos tratarán los próximos encuentros.
Una
divisa de todos los presentes es la identificación entre la pasión por nuestra música
y la pasión por Cuba. En el centro de las afectaciones que sufren el país y la nación
se encuentra la afectación a la cultura y queda claro el papel de esta en el sueño
de la Cuba mejor que deseamos, de la Cuba que —sin dudas— haremos venidera.
La
agenda que sostiene la utilidad de este nuevo espacio muestra una variedad temática
caracterizada por la trascendencia y centralidad en los asuntos de la creación,
reproducción, distribución, consumo, estudios de la música cubana.
Por
ahora esta inaugural sesión del Contracanto
afirma el valor de su presencia y nos anima a no dejar pasar ninguna de las próximas
citas.
Esther Suárez Durán
amss/Tomado de Cubarte
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