Van Van se presentará en Nueva York y en Miami los días 29 y 30 de abril. Foto: Ariel Cecilio Lemus. Foto: Ariel Cecilio Lemus
Dentro de los mecanismos de posicionamiento que
los diversos factores de la industria del entretenimiento utilizan para sus
productos, las nuevas plataformas digitales –controladas por unos pocos, pero
con alcance global– son un terreno atractivo para tales acciones. A través de
mecanismos de pago, bots generadores
de likes/deslikes y el control de datos obtenidos en encuestas, los contenidos
para promocionar adquieren una personalización perfecta.
No interesan mucho la calidad ni el mensaje
artístico genuino, como tampoco el cuidado meticuloso de una estética de
pensamiento que fuera el referente de estos tiempos. La música ha sido un
carril muy fértil para ello, induciendo a las audiencias a prácticas de
seducción y mercantilismo muy fuertes, con énfasis en el consumo de lo colateral,
y no tanto en lo sonoro.
Pero más allá de esa enrevesada lógica del marketing, hay un hecho que en nuestro
caso no es casual, teniendo como trasfondo el tema político, el cual ha sido, y
continúa siendo, un negocio.
En los ataques contra Cuba no importa quién sea
poseedor de una contundente validez musical; tampoco si tiene o no una
discografía sólida, y mucho menos la coherencia asumida en otros tiempos. Ello
deriva en el apoyo desmedido a expresiones musicales que solo tienen la
finalidad de servir como lanzas contra nuestra cultura.
Por ejemplo, la noticia de próximas
presentaciones de la orquesta Formell y los Van Van en el Lehman Center, en
Estados Unidos, ha encendido nuevamente la alarma en algunos sectores radicales
que, desde un sentimiento de angustia constante, denostan cada logro de
nuestros artistas. Para ello, las redes y su continuo manejo errado de
algoritmos nos guían por otras tendencias, obligándonos digitalmente a estar
más informados sobre presentaciones en Miami de sitios donde el concepto de
teatro y espectáculo tienen otra connotación.
Sucede con el Flamingo Theatre Bar, espacio
para 350 capacidades y ciertamente con belleza y atractiva decoración, pero que
supera en sugerencias interactivas –para quienes usamos las redes de este lado–
a otros teatros incluso con más aforo para nuestros músicos.
El citado Lehman Center, por ejemplo, es uno de
los más grandes de su tipo (alberga dos mil 278 butacas); así como también el
Lincoln Center, en Nueva York, complejo que también ha recibido a músicos
cubanos.
Pero la presencia de nuestros artistas en los
grandes espacios culturales y mediáticos en ese país no son sugerencias o
tendencias para nuestras redes. Para estar informados al respecto, la búsqueda
ha de hacerse contra el propio protocolo generado por quienes diseñan los
algoritmos.
También se suman varias páginas aparentemente
inconexas que promueven solo a artistas sin calidad y pocos seguidores,
intentando consolidarlos únicamente con resortes publicitarios basados en
escándalos de toda índole; porque acontecimientos musicales ciertamente no son.
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