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Foto: Prensa Latina
Hacer un disco agradable,
musicalmente compacto y a la vez pensante, en tiempos donde hay quienes persistan
en exaltar la visión más superficial del ser humano, pudiera parecer complicado.
Pero si nos referimos al disco
Morada, de Buena Fe, aceptarán de inmediato nuestra explicación de la favorable
acogida de este por recrear la riqueza espiritual desde un sentido del gusto que
se ha convertido en la huella dactilar del famoso dúo.
Aunque la tesis expuesta en
el tema Las más viejas refrenda nuestra tendencia de valorar como mejores
las canciones de antaño, en este caso vale hacer una excepción al considerar esta
reciente producción para la Egrem no solo como una de las más sólidas propuestas
discográficas de Buena Fe, sino, probablemente, la mejor. Si en cuanto al aspecto
musical se percibe mayor coherencia estilística en el conjunto de la obra, como
resultado de una asentada experiencia profesional, en relación con las letras encontramos
aún más acentuada esa cualidad propia de sus textos: el exquisito tratamiento poético
de los mismos.
Hacía tiempo que, en nuestro
entorno musical cotidiano, no habíamos sido sorprendidos por la belleza del lenguaje
caballeresco que también merece recibir la mujer de hoy día en Café, del
mismo modo que se agradece la imaginativa salida a una situación engorrosa en la
intimidad con nuestros hijos en El hipopótamo, y nos develan en un santiamén
la igualdad de derechos y deberes de la pareja en Roles.
Por supuesto, en Buena Fe
siempre habrá un espacio para el divertimento criollo por el sabor desplegado en
Una vez al año, pero seremos conducidos de nuevo al carril con reflexivas
motivaciones, en esta ocasión sobre las trágicas consecuencias del cambio climático
en las piezas Sur y Mares o en Cuanto más.
Desde que hacemos referencia
a la portada, diseñada por el paisajista Dausell Valdés a partir de los colores
de la enseña nacional, ya sabemos de la emotiva carga simbólica de la canción Morada.
Estamos ante la presencia de una pieza de carácter épico, donde en un clímax dramáticamente
ascendente, compartimos la profundidad del respetuoso amor que merece nuestra morada-hogar
y nuestra querida morada-nación.
Con Morada, Buena Fe
nos recuerda lo importante que es ejercitar no solamente los músculos del cuerpo,
sino también los sentimientos para alcanzar así una verdadera plenitud existencial.
amss/Tomado de Granma
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