Foto: Archivo de Granma
Cuando me dieron la noticia del fallecimiento
de Paquita Armas Fonseca, el primer
pensamiento que me vino a la mente fue que nos ha abandonado una creyente.
Valga semejante reflexión para agradecerle públicamente su sempiterna creencia
de que tanto la radio como la televisión cubana contribuyen decisivamente en la
conformación de un pueblo más culto, conceptualización que defendiera
apasionadamente.
No había encuentro con la prensa en que
estuviera la Paca presente, que no
se nos mostrara vitalmente polémica para propiciar un razonamiento constructivo;
el que reclaman nuestros medios en la necesidad de ser mejores en cada nueva
jornada. Fuimos testigos de tal estrategia desde la época en que se desempeñó
como directora del mensuario cultural El Caimán Barbudo, hacia mediados de los
años 80'.
Como quien no quiere las cosas, Paquita supo
cómo sacar lo mejor de cada uno de nosotros en nuestra gestión periodística,
sin que nos diéramos cuenta. Por suerte la Paca nos dejó, como un legado
de su obra, la publicación del libro Protagonistas de amores
contrariados, de Ediciones En Vivo, de 2012, en el que recoge el testimonio
de algunos de los realizadores que verdaderamente hemos sido flechados por la
magia de la televisión. Se trata de la imprescindible búsqueda hacia el
interior de aquello que nos motiva a plasmar en la pantalla chica la
realización de clásicos como la serie En silencio ha tenido que ser, de Jesús
Cabrera; la emblemática entrega profesional tras la cámara de Roberto Chile o
el inagotable empeño de Orlando Cruzata por tratar de elevar el impacto de los
Lucas en los televidentes, durante cada premiación anual.
Quedamos en deuda eterna con Paquita por
habernos permitido revelar cuánto hay en cada uno de nosotros en los programas
que hacemos, y por habernos convertido, con su ejemplo, en los seguidores, para
resaltar, en su justa medida, los aciertos de la programación en la Televisión
cubana.
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