La editora Natividad Alfaro Pena. Foto: Yunier Riquenes
Una profesión tan anónima como reconfortante,
así definió la suya la editora Natividad Alfaro Pena cuando supo que había
merecido el Premio Nacional de Edición
2022, que otorga el Instituto Cubano del Libro.
Conversar con ella es un gusto. En cada
respuesta se deja ver la pasión que mueve a esta mujer que desde muy joven
firma la edición de libros en la Editorial Oriente. Allí, por 40 años, ha
dejado listos ya, para su impresión, un sinnúmero de libros, fundamentalmente
de temática histórica.
–¿Cómo fue su
incursión en el mundo editorial?
–Fue prácticamente casual. Cuando paseaba en
compañía de una amiga –ambas muy jóvenes entonces– por la tradicional calle
Enramadas, de mi ciudad, esta entró al local que ocupaba la recién creada
Editorial Oriente, para resolver un asunto personal. La curiosidad me llevó a
preguntar a una trabajadora en qué consistía el trabajo que allí se realizaba.
La explicación que me diera despertó mi interés por aquella especialidad.
Realicé las gestiones pertinentes y, en 1974, inicié mis labores allí como
correctora de estilo, actividad que desempeñé hasta 1980, cuando fui evaluada
como editora. A partir de esos años comencé a adentrarme en ese, para mí,
fascinante mundo. Para entonces venía estudiando la licenciatura en Letras, en
la Universidad de Oriente. Luego de mi graduación, realicé varios cursos de
posgrado, y participé en distintos talleres preparados por el Instituto Cubano
del Libro en la capital, los cuales contribuyeron a enriquecer mi acervo y
profesionalidad en el desempeño de esta importante tarea, que desde esa época
hasta nuestros días ha venido significando un todo único en mi existencia.
–En usted es
evidente la preferencia por los contenidos históricos…
–Desde la adolescencia preferí leer esos
contenidos y, aparejados a ellos, la literatura contenida en las novelas
policíacas.
–El trabajo de
edición lo es de detalles. ¿Cómo valora ese oficio que salva tantos deslices?
–El editor es el especialista al cuidado de la
edición. Quien edita debe estar bien informado de los contenidos lingüísticos,
pero ante todo estar atento al contenido de la obra que ha sido puesta en sus
manos, que aporte al público lector, que es al cual se dirige. Debe tener
cuidado con la repetición de conceptos, citas, notas al pie de página y velar
por una bibliografía que responda al tema objeto de estudio. El editor es la
piedra angular de una casa editorial. Sobre este especialista recae la
responsabilidad total de la calidad de una futura publicación.
–¿Cuándo sabe usted
que el trabajo está concluido para entregar un libro?
–Cuando siento la lógica satisfacción de que
han quedado resueltos todos los problemas que la obra presentaba, cuando
constato que su contenido es comprensible para el lector.
–¿Es hermoso o
difícil, o ambas cosas a la vez, el intercambio con el autor del libro que se
trabaja?
–Hermoso o difícil aparte, es absolutamente
imprescindible. El autor debe conocer, y al propio tiempo ha de explicársele,
por qué se le han hecho cambios a su redacción, siempre respetando su estilo,
pero es preciso explicarle que dichos cambios redundan en la calidad de su
redacción. En ese intercambio autor-editor, ambos aprendemos, se amplía el
acercamiento de las dos partes en torno a un objetivo esencial y definitivo:
alcanzar la calidad y belleza de la obra como tal.
–¿Qué experimenta
ante el éxito del libro en el que ha trabajado?
–Satisfacción total. Y, aunque no sea la
autora, si la obra gana premio, tal premiación me produce inmenso placer, al
saber que mi trabajo también está ahí. Esta labor callada, algo anónima a
veces, pero tan cuidadosa, de incuestionables detalles, es además mía, y ese
sentido de pertenencia me reconforta y estimula mucho cuando el autor me
felicita por haber interpretado bien su texto original y haber dado solución a
todos y cada uno de los problemas gramaticales o de otro tipo que fueron
detectados.
Madeleine
Sautié
amss/Tomado de Granma
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