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Foto: Tomada de Cubarte
La casa de Bernarda Alba es una
obra dramática de tres actos escrita por el español Federico García Lorca. Se
le han hecho varias adaptaciones para el cine y llevado muchísimas veces al
teatro; además, en Cuba, en algunos niveles de enseñanza, los alumnos la
dramatizan como parte de la asignatura Español Literatura. Sin embargo, sigue
siendo una de las más solicitadas por los públicos, lo que exige que cada una
sea diferente.
Ese reto lo asumió Carlos Aguilar, director de
la puesta en escena de la más reciente versión de La casa de Bernarda Alba. Danza
de sombras; la cual se exhibe en la sala Covarrubias del Teatro
Nacional hasta el 19 de este mes.
El acompañamiento musical; la participación especial de Danza
Contemporánea de Cuba, asumiendo los bailarines, además, el rol de actores,
cuya interpretación sugiere un mejor entendimiento e identificación con la
historia; así como los ligeros momentos humorísticos; le añaden al clásico un
aire de contemporaneidad, pero sin perder la esencia.
El personaje de Bernarda lo interpreta Ulises
González, quien ha sabido transmitir el pesar de una mujer esclava de la época
que le tocó vivir, regida por la falsa moral para mantener, en apariencia, las
buenas costumbres. Asimismo, constituye una puesta donde convergen diferentes
generaciones de actrices, entre ellas: Ana Gloria Buduén, Ariana Álvarez,
Mirtha Lilia Pedro, Alina Molina, Maybis Madero, Eileen López y la joven Daina
León; mujeres empoderadas representando a sumisas que anhelan ser libres de la
tiranía a las que eran sometidas por la sociedad y por su propia madre.
Los detalles de la escena confluyen
armónicamente y comunican por sí solos. La sensación de asfixia como metáfora
de la opresión, representada por las actrices y el cuerpo de baile; el color
negro predominante; la escenografía simulando una casa vieja, agrietada, oscura
para simbolizar el luto; la familia en quiebra, tanto económicamente como en
lazos afectivos, un reflejo de la burguesía en decadencia de la cual formaba
parte Bernarda, y luchaba por mantener.
Aunque la época que recrea la obra original es
a principios del siglo XX, donde las mujeres solo podían obedecer al marido,
sigue teniendo vigencia. Primero, porque refleja sentimientos negativos de los
seres humanos como la lujuria, la envía, la hipocresía y el odio entre miembros
de una familia. También, en la actualidad continúa la lucha contra el
patriarcado, el machismo y los estereotipos sobre cómo debe ser, comportarse y
amar una “señorita decente”. Mientras persistan esos rezagos del pasado,
Bernarda Alba seguirá siendo joven y con mucho que decir a la sociedad moderna.
amss/Tomado
de Granma
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