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Filin, guajiras y artes visuales en Jazz Plaza 2023

La experiencia registrada por el compositor y saxofonista estadounidense Ted Nash, en el taller y concierto que tuvieron lugar en el edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes,  marcó un hito Estudiantes de nivel superior y medio de música siguieron al artista para exponer sus propios puntos de vista sonoros. Foto: Talía Castro Cruz

Que el jazz, por su proverbial e ilimitada capacidad creativa, se erige como territorio de confluencias con diversas estéticas sonoras, e incluso con otras artes, fue teorema demostrado durante las últimas horas en La Habana, junto a Santiago de Cuba, escenarios del 38vo. Festival Internacional Jazz Plaza.

La experiencia registrada por el compositor y saxofonista estadounidense Ted Nash, en el taller y concierto que tuvieron lugar en el edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), marcó un hito en la agenda del evento por la sugerente exploración en la visualidad insular, la implicación con los estudiantes y la propuesta integradora resultante a la que contribuyeron el pianista Alejandro Falcón y su formación Cubadentro, el clarinetista Janio Abreu y sus discípulos de la cátedra de música popular Moisés Simons.

Jazz x Art tomó cuerpo a partir del interés de Nash por la vanguardia artística cubana, específicamente la obra de Wifredo Lam. No hay que olvidar que La jungla, óleo de Lam, se exhibe en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA), institución en la que Nash desarrolló en 2010 una acción que cuenta como antecedente de la que llevó a cabo en La Habana.

En efecto, el músico estadounidense acometió una serie de improvisaciones inspiradas en obras maestras –atesoradas por el MOMA– de Picasso, Monet, Matisse, Pollock, Chagall, Van Gogh y Dalí, las cuales cristalizaron en el álbum Portrait in Seven Shades, grabado por la Jazz at Lincoln Center Orchestra, liderada por Wynton Marsalis.

Ahora Nash vino en busca de los Lam que guarda el mnba y halló más, puesto que en las salas de la institución se condensan las vanguardias cubanas del siglo XX. Estudiantes de nivel superior y medio de música siguieron al artista para exponer sus propios puntos de vista sonoros y, en definitiva, urdir la trama mostrada en la institución museística, en una jornada dedicada a conmemorar el aniversario 170 del natalicio de José Martí.

En otro orden, a unos cuantos –a otros no– generó sorpresa que uno de los conciertos de Jazz Plaza 2023 centrara su interés en el legado de Celina González, a quien todos reconocen como uno de los íconos de la música campesina en Cuba. Si el pianista Alejando Meroño lideró este empeño, y obtuvo respuestas más que favorables de artistas de varias generaciones, sobre todo jóvenes como él, para recrear el repertorio de Celina, fue porque de manera tangencial el espíritu del jazz, libertario y expansivo, convida a poner al día raíces.

Punto de encuentro pertinente y justísimo homenaje devino la estación dedicada a Marta Valdés. Su promotor, Dayron Ortiz, confirmó cómo las canciones de la gran compositora comparten su ADN con el jazz. A fin de cuenta, la trova cubana en su salto hacia el filin tuvo mucho que ver con la asimilación en nuestros predios, hacia la medianía del siglo pasado, de lo más auténtico de la música popular estadounidense.

Eso sí, lo de Marta es punto y aparte por la intensidad melódica, la precisión lírica y la inteligencia armónica. Vanguardia de veras como la siente e incorpora Dayron desde la guitarra y las pautas para los arreglos que rehúyen los tópicos de la estandarización, y hacen suyos, sobre la base de sus perspectivas y vivencias personales, interpretes establecidos como el imprescindible Ernán López-Nussa y el trompetista Mayquel González, y emergentes que se abren paso, indeteniblemente, como los que conforman La Tropa. Estoy seguro que Marta rememoró los días en que promovió el jazz a fines de los años 60, en la sala Hubert de Blanck.

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