Foto: Tomada de Reuters por Granma
Del ejercicio de la Medicina, dijo Martí, “necesítase un alma bien templada para
desempeñar con éxito ese sacerdocio”.
Un
médico completo sana el cuerpo a la par que cura el alma. Si para
reconfortarlo, pone sobre el hombro de quien padece la misma mano con que
ofrece la píldora, crece más; pero se hará un gigante si brinda su profesión
sin dádivas a cambio, si no mide privilegios para darse, si siempre está cuando
lo necesitan, si promueve en la medicina preventiva –y así lo enseña– la clave
de la salud.
En el
concierto del mundo Cuba anda de bata blanca, con
hombres y mujeres como aquellos; pero no entre rascacielos y centros
comerciales, sino en los páramos y montañas, en los cerros poblados de las
ciudades, al llamado de los pueblos luego de algún desastre. Acude urgente a salvar, a sanar, para luego
regresarse con la gratitud a cuestas.
El modo en que Cuba revolucionaria entendió esa
profesión, y forma a los que la ejercen, e inculca en ellos el espíritu de
darla, incluso, muy lejos del país, del confort personal, convierten a esta
Isla en monumento a quienes hacen del cuidar de la salud un sacerdocio.
En ese
noble oficio, Cuba sigue siendo luz para todo un continente.
amss/Tomado de Granma
0 Comentarios
Con su comentario usted colabora en la gestión de contenidos y a mejorar nuestro trabajo