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Veintisiete de noviembre

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                                                    Foto:Internet

Texto: Rosa Pérez López

La inocencia es un concepto relativo que se demuestra con argumentos a veces colindantes con la indiferencia y la cobardía. O en el peor de los casos, con el deshonor de quienes traicionan el compromiso que han de tener con su tiempo.

Cuando un 27 de noviembre ocho estudiantes de medicina fueron asesinados a causa de un crimen improbable, habría sido injusto conjeturar a ultranza su inocencia. Porque en la Cuba colonial de 1971, en pleno fragor de la llamada Guerra Grande, la indiferencia política hubiera sido un acto de cobardía... cuando no una abominable traición.

Eran aquellos seminiños inocentes de la infamia que pretendió convertirlos en vulgares profanadores de tumbas. Pero fueron responsables de la actitud viril de no ser indiferentes ante las convulsiones de la Patria; de no ser cobardes al encarar la muerte que les llegó tan a destiempo; de no traicionar la suerte de quienes no se resignan a vivir en un país esclavizado

A la altura de este 27 de noviembre, duele mucho más que la muerte injusta la injusticia de la muerte, que no supo elegir el momento y el lugar exactos para reclamar la ofrenda de tanta vida en flor. Duele que a esos ocho adolescentes la muerte los sorprendiera inermes e indefensos, sin darles la ocasión de empuñar su hombría y su patriotismo en la manigua insurrecta, junto a los mambises.

Ese habría sido, más temprano que tarde, el destino deseado por aquellos estudiantes de medicina que la metrópoli tomó como pretexto de su crueldad, su saña y su impotencia, para que como nunca antes la hidalguía de España fuera mancillada con un crimen tan horrendo.

Eran inocentes esos jóvenes de los cargos de profanación a la tumba de un periodista español, pero no de sentir la urgencia de emancipar a Cuba del yugo colonial. Fue esa y no otra la presunta culpa que provocó la rabia de sus verdugos. Fue ese y no otro el delito por el que -según dijera el Apóstol- “entraron a paso firme, sin quebrantos de rodillas ni temblores de brazos en la muerte bárbara” aquellos ocho estudiantes de Medicina.

nyr

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