En una Ă©poca en que algunos de los mĂ¡s conocidos improvisadores cubanos se hacĂan llamar caciques, JesĂºs Orta Ruiz prefiriĂ³ considerarse un humilde trabajador, un naborĂ.
Ante el abolengo impostado de algunos, prefiriĂ³ la sencillez esencial el que en definitiva era un gran poeta. El Indio NaborĂ alcanzĂ³ notoriedad en el Ă¡mbito literario cubano —y mĂ¡s allĂ¡ de estas fronteras— sin negar su apego al inmenso legado de la cultura popular. Y el hecho de que fuera la dĂ©cima (tan raigal y tambiĂ©n tantas veces preterida) la estrofa con la que alcanzara fama y reconocimiento acadĂ©mico, es muestra de la fortaleza de esos vĂnculos con las tradiciones campesinas que se enriquecieron con una visiĂ³n mucho mĂ¡s abarcadora del entramado social y un viaje Ăntimo de evocaciones autobiogrĂ¡ficas.
Esa apreciaciĂ³n de que el Indio NaborĂ podĂa abordar con soltura una poesĂa popular y otra de mayor vuelo y linaje remarca estancos que el poeta trascendiĂ³. La poesĂa definitiva de Orta Ruiz es culta y popular, y mĂ¡s que de bĂºsquedas conscientes de confluencias se trata de un ejercicio orgĂ¡nico.
La hondura del concepto jamĂ¡s planteĂ³ contradicciones a la relativa sencillez del planteamiento (sencillez, jamĂ¡s simpleza). A JesĂºs Orta Ruiz le interesĂ³ la belleza y su utilidad, no se regodeĂ³ en estilismos banales o en experimentaciones trasnochadas, ni hizo concesiones a un populismo ramplĂ³n.
Ni siquiera las hizo cuando participaba en mĂticas cantorĂas o era protagonista de controversias de poetas improvisadores. Claro, Ă©l no se conformĂ³ con su don, con esa extraordinaria capacidad de construir sentidos a un chasquido de dedos.
Fue amante, lector incansable y estudioso convencido de la gran poesĂa universal. Y llegĂ³ a ser una de las grandes autoridades de la dĂ©cima, mĂ¡s allĂ¡ de los valores de su propia creaciĂ³n.
Fue tambiĂ©n un prosista destacado (habrĂa que volver una y otra vez a su notable obra periodĂstica y a su labor como prologuista); aunque se expresara tambiĂ©n en versos libres, el Indio NaborĂ devino referente y sĂmbolo de la que ha sido por muchos identificada como estrofa nacional.
En el acta del jurado que lo reconociĂ³ con el Premio Nacional de Literatura, en 1995, se puede leer: “En el coro de la mejor poesĂa cubana contemporĂ¡nea la voz de NaborĂ se destaca de manera excepcional, por sus singulares caracterĂsticas. Su obra tiene raĂces en la hermosa tradiciĂ³n artĂstica popular de la mĂºsica guajira, que utiliza como canciĂ³n folclĂ³rica la forma estrĂ³fica de la dĂ©cima. La crĂtica reconoce como hazaña artĂstica literaria de NaborĂ el haber elevado ese gĂ©nero popular a la mĂ¡s alta categorĂa estĂ©tica, al aportarle a la dĂ©cima un leguaje culto y expresivo, con las ganancias tropolĂ³gicas y otras conquistas de la poesĂa moderna. Desde sus raĂces cubanas, el poeta ha dejado fluir su verso por todos los registros posibles de formas estrĂ³ficas sin olvidar las clĂ¡sicas, en las cuales tambiĂ©n es maestro. Su poesĂa expresa con gracia inconfundible y perdurable resonancia los mĂ¡s puros acentos de la sensibilidad humana y las mĂ¡s sagradas aspiraciones alentadas histĂ³ricamente por el espĂritu nacional de su pueblo”.
Él fue hasta el final, naborĂ ante autodenominados caciques… y demostrĂ³ que la grandeza puede habitar en espacios esenciales. Lo escribiĂ³, en versos sugerentes: Un dĂa, el mĂ¡s triste dĂa/de la mĂ¡s plomiza calma,/ cuando te busques el alma/ te la encontrarĂ¡s vacĂa. Ya verĂ¡s cĂ³mo te hastĂa/ tu mentira de oropeles:/ hallarĂ¡s entre tus mieles/ acĂbar de pena muda/ y te sentirĂ¡s desnuda/ envuelta en lujosas pieles.
Yuris NĂ³rido
amss/Tomado de Trabajadores