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Díaz-Canel expresó que es necesaria una ofensiva creadora frente a la agresividad imperial. Foto: Ariel Cecilio Lemus
(Versiones Taquigráficas - Presidencia de la República)
Queridas amigas, queridos amigos:
Llegamos a este Consejo Nacional a tres
años del Congreso y dos de ellos en pandemia, pero sin pausa en el seguimiento a
los acuerdos de aquella reunión larga, honda y crítica que nos abrió el camino a
algunas soluciones y a mil desafíos más.
Estuve estudiando los documentos, que son
extensos pero esenciales, y, sin lugar a dudas, se ha trabajado y además se ha actualizado
el Congreso. No se han resuelto todos los problemas, pero se les han arrancado buenos
pedazos.
Es de agradecer, aunque ni ustedes mismos
sean conscientes de lo que están haciendo: este Consejo ha devenido en una declaración
de principios, de principios revolucionarios.
El país agradece a sus artistas e intelectuales
el aporte que han hecho desde las comisiones para dar seguimiento a la mayoría de
los acuerdos y planteamientos del Noveno Congreso. Las diez comisiones tienen resultados
que mostrar, y algunas llevan más de 20 años aportando en asuntos trascendentales
para la nación como la formación integral de nuestros ciudadanos o la contribución
del arte a la sociedad.
Hablo, por supuesto, de la Comisión de Educación,
Cultura y Sociedad, cuya primera misión fue diseñada con la contribución de intelectuales
de la talla de Retamar, Graziella, Helmo y otros. Resalto el aporte de esta Comisión
por el alcance, el impacto y los años de trabajo, pero las diez comisiones merecen
reconocimiento.
El Consejo, sus debates, la calidad de las
discusiones y las propuestas confirman que el Congreso no terminó cuando acabaron
sus sesiones en junio de 2019, cosa que ya yo sabía, porque no terminó ni siquiera
para mí, que mes a mes, salga el sol por donde salga, recibo en nuestra sede de
trabajo a artistas, escritores y maestros para continuar sobre los acuerdos, dando
seguimiento sistemático en lo que se han convertido espacios de encuentro entre
la intelectualidad cubana y la dirección del Partido y del Gobierno en el país.
Los dos años y un poco más que duró la pandemia
han sido más productivos de lo que podría esperarse. Y eso se lo debemos, sin dudas,
a los motores que prendió el Congreso y a la indudable sacudida que provoca en cualquier
patriota el choque directo con los planes de subversión que apuntan primero, y con
particular saña, al alma de la patria que son ustedes y sus obras.
Nunca como ahora se hizo tan nítida la razón
de Fidel al decir que la cultura es lo primero que hay que salvar.
La Covid-19 no paralizó a la Uneac, no paralizó
a los artistas y a los intelectuales, cuyo empuje fue decisivo para restaurar y
recomponer los ánimos de una sociedad golpeada por dos pandemias: la Covid-19 y
el bloqueo, pero el bloqueo recrudecido. Todo ello a pesar de que ha sido también
un gremio duramente golpeado por la pérdida de valiosas compañeras y compañeros,
de creadores que hace apenas dos años compartían con nosotros las sesiones del Noveno
Congreso.
Creo que uno de los méritos de este Consejo
es haber provocado un debate en torno a los desafíos de la Uneac y su membresía
frente a la ola colonizadora que amenaza con invadir todos los espacios culturales
por los canales más sofisticados y diversos.
Quiero centrarme en este tema, porque diría
que es medular en cualquiera de las tareas que se haya propuesto la membresía de
la Uneac, aun antes de nacer la organización, desde los días de Palabras a los
intelectuales. Por eso fue tan importante que los debates en plenaria apuntaran
a esa dirección.
Cuesta hablarles de un tema en el que hemos trabajado
gracias a ustedes; en particular agradezco el desvelo por estos asuntos que siempre
nos transmiten Víctor Fowler, Helmo, Graziella, Torres Cuevas, Limia, Israel, José
Ernesto, Elier, Javier y Abel, entre otros, todos los meses.
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La obra de los creadores y artistas tiene un impacto directo en el tejido espiritual de la nación. Foto: Maité Fernández
Una verdad que enorgullece nos acompaña desde 1868: nuestra vanguardia artística y cultural se distingue por haber librado siempre una larga y profunda batalla contra la colonización cultural, pero nadie está en condiciones de afirmar que existe una comprensión absoluta de la gravedad del fenómeno por parte de todos los que realizan algún tipo de trabajo vinculado a la cultura.
La histórica selectividad de la Uneac ha sido un
filtro purificador de rechazo al consumo cultural acrítico, banal y empobrecedor;
pero cerrarle las puertas no basta, es preciso crear, mostrar, viralizar, como se
dice ahora, la genuina y poderosa cultura cubana y también universal, en todos los
ámbitos, para ganarle la pelea a la mediocridad. Digo universal, porque creo en
el valor de la cultura en su sentido más amplio. “Injértese en nuestras repúblicas
el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”, escribió José Martí.
Universalidad e identidad resultan inseparables
en la cultura cubana, una alimentando a la otra y ambas tributando a la conformación
de la originalidad que nos distingue. Esa originalidad es pieza clave en la historia
de los pueblos, está en la base de nuestra resistencia. Por eso el imperio le confiere
tanta importancia a la guerra cultural, por eso el asedio, el acoso, el permanente
interés por comprar artistas, intelectuales, deportistas, médicos, científicos,
en fin, personalidades con reconocimiento social. Para ello se valen de un potente
aparato de reproducción ideológica con grandes conglomerados de medios de comunicación,
recursos materiales y financieros, que bombardean constantemente ideas, valores
y modos de ser.
Frente a ese descomunal despliegue de recursos en
función de ganar las mentes y corazones de los jóvenes en particular y del pueblo
en general, nuestros recursos y las capacidades de producción que nos permitirían
sustituir buena parte de esos productos hechos para el encantamiento acrítico, hoy
resultan muy limitados y en algunos casos inexistentes.
¿Qué hacer entonces frente a esta dolorosa pero
innegable certeza? En primer lugar, siempre será preciso apelar a una de las armas
fundamentales del arsenal político de Fidel: educar al pueblo, fomentar una conciencia
crítica, un pensamiento crítico que garantice un discernimiento culto de lo que
vale y lo que no. Esa conciencia tenemos que formarla, pero también inducirla, teniendo
muy en cuenta que los medios y los públicos ya no son los mismos. Se precisa en
ese sentido un mayor impulso a la educación audiovisual y a la cultura en el espacio
digital.
Ustedes, como casi ningún otro grupo profesional,
tienen la capacidad y la posibilidad de estimular, desde el conocimiento y la sensibilidad
artística, el desarrollo de una cultura del debate desde edades escolares tempranas
mediante actividades extracurriculares altamente creativas, concursos, publicaciones
digitales, encuentros de opinión, festivales culturales en la escuela, homenaje
a grandes figuras, entre otros.
Tenemos, y es una gran fortaleza, nuestra organización
institucional bien establecida y consolidada en diferentes sistemas de trabajo:
un sistema nacional de medios de comunicación, un sistema de educación, un sistema
nacional de instituciones culturales, un sistema de publicaciones y sitios en el
espacio digital.
Si logramos la articulación de estos sistemas para
la difusión coordinada de ideas, conceptos y herramientas, las carencias materiales
pesarán menos, pero nuestras respuestas ideológicas o comunicacionales, que transitan
por estos sistemas, tienen que dejar de ser formales y burocratizadas.
Tenemos que eliminar las retóricas triunfalistas
o vacías que muchas veces terminan alejándonos de todos los públicos, provocando
que el pueblo o determinados segmentos desconfíen y se distancien de nuestras instituciones
y de nuestros discursos.
Necesitamos una ofensiva absolutamente creadora
frente a la agresividad imperial, y aún es muy pobre el uso que les damos a las
nuevas tecnologías para la comunicación digital, los podcast, los videos
en YouTube, los blogs de autor, los foros de chat, los grupos de debate
en redes sociales, las series para la web o webseries.
Necesitamos cada vez más opciones que inviten y
ofrezcan espacios de expresión y disfrute a los jóvenes de ahora y del futuro.
Existen un diseño y un programa de trabajo para
la descolonización cultural que hemos estado discutiendo desde la Presidencia y
la dirección del Partido con muchos de ustedes. Es amplio, abarcador, ambicioso,
pero es preciso socializarlo, es imperativo dar el salto, generar contenidos a la
altura de las potencialidades de nuestra cultura. Pero para que eso sea posible,
aún hay mucho que transformar y que emplearse a fondo en ello.
En los últimos años y, a mi modo de ver, con el
propio empuje de los debates que hemos sostenido mensualmente, revisando ideas,
proyectos, realizaciones, potencialidades, han vuelto a tomar aliento la producción
audiovisual y dramatizada; la televisión, el cine y el teatro han confirmado cuánto
pueden calar las obras propias y qué hermosos sentimientos despiertan en el alma
sensible de las cubanas y los cubanos. Basta mencionar las series Lucha contra bandidos,
Duaba, Entrega, Calendario, el documental Soberanía,
las puestas de Nave Oficio de Isla, y Luz, las películas El Mayor
e Inocencia, y el documental Volverán los abrazos, como obras importantes
de la realización cubana.
Y perdonen el recuento incompleto, pero he ahí la
prueba de que bajo los peores ataques y las mayores carencias, con la cultura como
espada y escudo de la nación cubana, Cuba vive y promueve los mejores valores humanos
(Aplausos).
Son esos resultados los que inspiran e impulsan
nuevos proyectos e impactos en las audiencias como la guía de otros que esperan
su oportunidad; mientras más vemos, más están surgiendo ya.
También los espacios-encuentros como Miradas
de mujer, atendiendo nuestros aciertos feministas, y eventos de la literatura,
las tradiciones, del humor, como el que recién concluyó; el despegue de la comercialización
de la música que sigue estando por debajo de su potencialidad pero que muestra un
desarrollo imparable, la danza o el ballet, nos están diciendo desde la noticia
cotidiana en nuestros medios que, pese a los golpes y por sobre ellos, Cuba es cultura
(Aplausos).
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Se impone atender con inteligencia los consumos culturales de las nuevas generaciones. Foto: Archivo de Granma
Estos años desafiantes quedarán en la memoria popular no solo por la suprema creación de los científicos, sino también por los sonidos inseparables de los triunfos. Buena Fe, Arnaldo, Fabré, Raúl Torres —otra vez me disculpo por la lista siempre incompleta—, lo mismo exaltando a los valientes de la zona roja y a los creadores de vacunas que respondiendo directamente a los ataques de los medios tóxicos contra Cuba, consagraron la resistencia desde la música y desde las redes.
Emocionan esos sonidos asociados a un tiempo heroico,
como enorgullece ver al enorme Silvio llenando plazas en México o en Madrid, donde
se escuchó energéticamente El Necio, pero también en nuestros barrios.
Hoy es imprescindible elevar esa obra enorme e imposible
de sintetizarse en un discurso a los medios tradicionales y, sobre todo, a las redes
sociales, considerando las jerarquías artísticas sin censuras de naturalezas ajenas
a la creación y promocionando lo mejor, lo que más nos distingue y nos aporta. Que
se combine el buen arte con buenas prácticas en el uso de todas las plataformas.
Hay que atender con inteligencia los consumos culturales
de las nuevas generaciones, evitando excluir, por prejuicio, lo que en ocasiones
consumen acríticamente. Hay que escuchar, debatir y mover la formación de otros
consumos a través del diálogo real y la participación que garantiza mayor integración
social.
El Programa de atención integral a nuestros barrios
es, a la vez, un proceso de crecimiento cultural en las formas de convivir, de socializar
que se fortalece en el rescate de esencias y tradiciones. Reitero que no se trata
de invadir el barrio ni de intervenirlo, es cuestión de acompañar el crecimiento
sin traumas y sin trampas, y me alegra saber que hemos contado con ustedes para
el programa de mejoramiento de la vida en los barrios.
La Uneac ha sido pionera en días tan difíciles como
los actuales. La obra de los promotores culturales y de los artistas en sus barrios,
los proyectos que se convirtieron en paradigma como el de Villafaña, el de Alden
Knight, como el Proyecto Palomas, por su extensión a todos los ámbitos de la vida
en la comunidad y la expresión de esa vida en audiovisuales que son, a la vez, indagación
y testimonio de un tiempo crucial, abrieron caminos por los que hoy transitan nuestros
esfuerzos por conquistar toda la justicia social posible.
Y por si faltara una prueba, llegó el periodo de
la pandemia para ponerla: la respuesta positiva a la demanda de trabajo artístico
en las comunidades, en los vacunatorios, en sedes de la Uneac y en proyectos como
el de Kcho en Romerillo, el cine, la televisión, la radio, las brigadas artísticas
en hospitales y centros de aislamiento de todas las provincias. Todo fue menos duro
por eso y quedó en la memoria del alma cubana, gracias a la obra de los creadores
cubanos (Aplausos).
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El Programa de atención integral a nuestros barrios es, a la vez, un proceso de crecimiento cultural. Foto: José M. Correa
Esa militancia con la vida, no al lado sino dentro del pueblo, ha puesto a la cultura cubana bajo el fuego de la guerra mediática que se atiza contra Cuba, creyéndose el imperio su propia mentira de que la Revolución vive sus días finales. Conocen, eso sí, el impacto directo de los creadores y artistas en el tejido espiritual de la nación, por eso van con todo contra la cultura.
Acosados, agredidos en las redes y en los escenarios,
con la misma saña que se persigue en la economía y las finanzas del país, nuestros
más valiosos intelectuales y artistas han respondido con serenidad, con valor y
con profesionalidad a los peores ataques. No se han dejado arrastrar por la espiral
de la ignorancia y el odio de los adversarios sin moral, sin ética y sin obra.
Valga, por solo citar un ejemplo: cuando en nombre
de la cultura se organizó el boicot contra un evento histórico de las artes visuales,
la Bienal de La Habana, y se apeló a la libertad de creación para mancillar los
símbolos de la patria e irrespetar la nueva Constitución como primer paso al objetivo
perverso de desmontar el profundo proceso emancipatorio de 63 años de la Revolución,
no se renunció a hacerlo, no se “botó el sofá” y la Bienal triunfó sobre el odio
(Aplausos).
Ustedes —y cuando digo ustedes hablo de todos los
creadores reconocidos por la Uneac, a los que ustedes representan— han sido infatigables
artesanos de la alternativa, defendiendo espacios y obras del patrimonio nacional
y de nueva creación, como prueba de su vitalidad. ¡Eso es también resistencia creativa!
Y han sido también escudos poderosos contra el odio,
recordándonos aquella frase tremenda de Martí en Nuestra América: “Una idea enérgica,
flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final,
a un escuadrón de acorazados”.
No veo otra manera de ser y actuar cuando se viene
de una tradición de grandes como sus fundadores, especialmente Nicolás Guillén,
primer presidente de la Uneac, voz personalísima y universal, cuyo 120 cumpleaños
celebramos con estas sesiones.
Cada encuentro con intelectuales y artistas, sea
este pleno o sean nuestras reuniones de chequeo mes a mes, alimenta mucho nuestros
sentidos y nos llena de entusiasmo para emprender nuevos proyectos.
Cada vez nos sentimos más parte de ustedes, seguros
siempre de que el presente y el futuro tiene que ser socialista. El socialismo nos
salvó ante la pandemia, el socialismo venció al intento de golpe vandálico, y lo
que realmente nosotros vamos a festejar como un primer aniversario del 11 de julio
es que el pueblo cubano y la Revolución Cubana desmontaron un golpe de Estado vandálico
(Aplausos).
Estoy convencido de que defendiendo el socialismo
superaremos la dura situación actual y venceremos al odio imperialista.
¡En fin, que un sol enérgico nos amanezca siempre
entre las venas! ¡En fin, aquí estamos!
Muchas gracias (Aplausos prolongados).
amss/Tomado
de Granma
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