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Hasta siempre, Fina, orgullo de la nación

 

Foto: Archivo de Granma


Por y 

La intelectual que falleció el pasado lunes, y cuyos restos fueron inhumados en la tarde de este martes, en el capitalino Cementerio Colón, es de las que deja una huella permanentemente encendida en la cultura cubana. A ella se refirió en Twitter el primer secretario del Comité Central del Partido y presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, como “la poetisa que nos hizo oír el silencio, la martiana compañera del martiano poeta, la vibrante voz de Cuba en Hispanoamérica”.


Decir Fina García-Marruz es decir respeto, admiración y reverencia. A todo ello convocan su extraordinaria obra lírica, investigativa y ensayística; y su ejemplar vida, que tuvo –como también sucedería con la de su eterno compañero, nuestro Cintio Vitier– la luz martiana entre sus más elevados paradigmas.


Saber de su muerte a los 99 años resulta conmovedor, pero se entiende también que es una gracia haber podido alcanzar la hermosura de una edad, rozando un siglo, que fecundo y grácil recoge una de las más nobles entregas que puede ofrecerse en pos del beneficio común: divisar el camino del bien dilucidando y convocando al estudio de José Martí –junto con Cintio– y percibiendo, experimentando y escribiendo la belleza del mundo en clave de poesía, desde muy joven, incluso desde niña, y durante toda su existencia. Por ello formaría parte del Grupo Orígenes; y sería la autora de una copiosa obra lírica que le mereció, además del Premio Nacional de Literatura, muchos otros de los más renombrados en la lengua española. Y por martiana raigal, recibiría en su pecho, en 2013, la Orden José Martí, impuesta por Raúl.


En la ocasión se reconocería en Fina “la singularidad de su creación poética, unida a un manejo enriquecedor de la lengua” que la consagraban “como una poeta de dimensión universal”. También se destacaría “su amplio quehacer intelectual, indisolublemente ligado a una honestidad y una ética insuperables y un gran compromiso con su Patria y su Revolución, que ha sabido conjugar con los altos valores de la fe cristiana”.


No en balde fue el Centro de Estudios Martianos el sitio elegido para que familiares, amigos y pueblo en general se despidieran de esta relevante dama. Rodeada de flores, como si la primavera hubiera regresado en pleno verano, descansó durante su funeral, cubierta por una bandera cubana.


Flores enviadas también por el Ministerio de Cultura, el Centro de Estudios Martianos, y por sus seres queridos, podían apreciarse en el sitio propiciado para la despedida. La concurrencia de personalidades de la dirección del país, así como de la cultura cubana fue también advertida por los presentes.


En la tarde llegaría el féretro a la Necrópolis de Colón. En callada peregrinación, sus seres queridos procedieron al sepelio. El ministro de Cultura Alpidio Alonso, quien durante la mañana calificara el deceso como “un duro golpe para todos, una pérdida irreparable para nuestras letras y nuestra cultura”, se unió a ellos en la solemne ceremonia.


Inevitable resultó recordar en el sugestivo escenario a Sergio Vitier, hijo mayor del matrimonio, fallecido en 2016; y a Cintio, fallecido en 2009. También se impuso en el pensamiento esa idea común que aflora en tales circunstancias, en este caso, la de concebir finalmente a Fina, junto a Cintio, vistos por todos como una pareja inseparable.


“El muerto no ocupa sitio ya. / Deja el espacio libre a los otros”, dicen los primeros versos del poema Pureza, que cierra el tomo I de su Poesía completa. Si así fuera, entonces Fina García-Marruz no ha muerto: Ocupará siempre un lugar sagrado e insustituible en el regazo de Cuba, y se oirá alto y claro su nombre cuando se hable de lo más elevado y nítido de la cultura y las letras patrias.

Foto: Susana Besteiro Fornet

Foto: Susana Besteiro Fornet
Foto: Juvenal Balán
Foto: Juvenal Balán

amss/Tomado de Granma



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