Una imagen del pasado: La familia escucha una radionovela. Pero todavía en Cuba mucha gente disfruta de los dramatizados radiales. Foto: Tomada
de Cubasí Por Yuris
Nórido Lo que en algunos países de la región es ahora objeto de atención académica, o evocación de un pasado que vivieron generaciones anteriores, en Cuba sigue siendo una práctica cultural vigente. No es que sea Cuba el único país del mundo que haga dramatizados para la radio, pero sí se distingue en el panorama internacional porque tiene y mantiene un auténtico sistema creativo que garantiza la producción de decenas de radionovelas, series policíacas y de aventuras, cuentos, teatros... Hay un
público para el dramatizado radial.
Habría que consultar estudios de audiencia actualizados, pero ese público no
está conformado (como pudieran pensar algunos) solo por personas de la tercera
edad o amas de casa que no tienen otra cosa para entretenerse que la radio... y
que escuchan lo que les pongan. No, es
un público bastante heterogéneo. Por supuesto, no vamos a decir que las
radionovelas sean ahora mismo un fenómeno de audiencia, que cautive, como
cautivó hace décadas, a millones de cubanos. No es el signo de la época, que es
época de aluvión informativo, de imperio de la multimedialidad. Hay mucha gente
en Cuba que, ahora mismo, jamás ha escuchado una radionovela. Es que hay gente
que no escucha radio ni en el celular. Pero sí, hay un público para la radionovela, para el
dramatizado radial en toda la amplitud de su espectro. Y es un público
entusiasta, fiel, atento a las novedades. La radio tiene un compromiso con ese
público. Por lo tanto, hay que apostar por estándares de calidad
sostenidos en el ejercicio creativo. Porque, como en todo, se hacen buenas y no
tan buenas radionovelas. Es preciso consolidar referentes, jerarquías (que
existen, mucha gente sabe, por poner solo un ejemplo, de la extraordinaria
autoridad profesional de Joaquín Cuartas); y estimular los procesos más
interesantes, desde la concepción misma de las obras, hasta su concreción en
las productoras nacionales y territoriales. Habría que desterrar la idea de la
piña (solo un grupito escribe, puede escribir para la radio), hay que buscar
talentos. Porque estamos convencidos de que hay espacio para
numerosas experiencias estilísticas, conceptuales. La obra que aborde
determinadas aristas de una realidad demandante, conflictiva... no va, no tiene
que ir en detrimento del folletín de toda la vida, del melodrama de siempre,
que sigue siendo funcional, aunque algunos lo rechacen. Diversidad, en la radio
y en muchos ámbitos de la vida, es riqueza. Diversidad genérica, que con eso se
cuenta. Y diversidad de enfoques. Y un último asunto: hace falta cierta renovación formal,
maneras de hacer el dramatizado... eso no significa que haya que traicionar
esencias. Pero la radionovela en Cuba no
es un objeto de museo.
amss/Tomado de Cubasí |
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