Julio Antonio pudo haber sido un semi-dios, pero le bastó ser un hombre de su tiempo y asumir tal cometido de cara a todas las exigencias de una época que le reclamó proezas legendarias.
Y hacia ellas fue, inteligente, resuelto, batallador y poderoso, con la sonrisa de quien se sabe seguro de su andar, desde aquel ardoroso reclamo de una Reforma Universitaria, hasta el disparo que le hizo morir en brazos de Tina Modotti... y por la revolución.
Anduvo de fundador, de timonel y de estratega en los gloriosos inicios de la Federación Estudiantil Universitaria; en las polémicas páginas de la revista Alma Máter; en el Primer Congreso Nacional de Estudiantes; en la Universidad Popular José Martí.
Y asumió la representación de su joven generación, continuadora y precursora al mismo tiempo, en la creación junto al veterano Carlos Baliño del primer partido que abrazara en Cuba el marxismo-leninismo.
YVL
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