Largas jornadas atesoran los que se entregan cada día con gran pasión al arte exquisito de las tablas, que requiere ante todo de la constante preparación de los actores y directores, de la búsqueda de nuevas obras de valioso contenido y el estudio profundo de las ya presentadas, con vista a actualizar su posible reposición.
Tomada de Consejo Nacional de Artes Escénicas en Facebook |
Es el teatro un escenario de magia infinita y
versatilidad, de pasión desbordada y emociones, de aplausos interminables...
Preferido por muchos y en el recuerdo selectivo de la mayoría de los actores,
incluso de los que ya no están. A ellos
van dedicados todos los recuerdos en un día de gloria cubana como este, la
alabanza a los más experimentados y a los que durante varias décadas se han
empeñado por hacer imperecedero el legado de la representación teatral.
Fue en el año 1980, durante la celebración del Primer
Festival Internacional de Teatro de La Habana, cuando se declaró éste como el
Día del Teatro Cubano, ocasión propicia para recordar aquellos sucesos del Teatro
Villanueva, que la historia recoge entre lo más glorioso de la Patria.
Es necesario recordar siempre la trascendencia de esta
fecha de 1869, cuando desde la escena cubana se desafiaba al colonialismo
español y se exaltaban los ánimos patrióticos, que provocaron entre algunos de
los asistentes gritos de vivas a Céspedes, y la Cuba que recién nacía!, en la habanera sala del Villanueva.
Ese teatro había sido engalanado previamente con
banderas cubanas, cintas rojas y azules, estrellas solitarias en los vestidos
blancos de las actrices. El grupo Caricatos representaba la obra Perro huevero aunque le quemen el hocico,
del dramaturgo Juan Francisco Valerio, una obra con sabor criollo, donde el
choteo, la burla y la comicidad típicas del incipiente teatro cubano, aludían
directa o indirectamente a la situación sociopolítica de Cuba.
Los voluntarios españoles concentrados afuera del
teatro aprovecharon los gritos para disparar sobre aquel edificio de madera y
cargar luego sobre el mismo, destrozando todo en el lugar y provocando algunos
muertos y heridos.
La noche del 22, mientras se masacraba a los
espectadores del Villanueva, un joven de 16 años leía un periódico
revolucionario, La Patria Libre,
cuyo primer número aparecería al día siguiente. Años más tarde, ese mismo
joven, José Martí, recordaba los sucesos de Villanueva en sus Versos Sencillos.
Precisamente ese día el teatro se comprometió para
siempre con el destino de la nación
cubana. Desde entonces la familia teatral, más que ninguna otra, ejerce el acto
de entrega más extraordinario, en cada instante irrepetible de compromiso que
produce el teatro.
Tomado de Radio Enciclopedia
ELZ
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