Han pasado sesenta y cinco años desde aquel domingo 23 de noviembre de 1959, cuando el Che protagonizara la primera jornada de trabajo voluntario en nuestro país para que el desprendimiento se hiciera tradición y la vocación de servicio de nuestro pueblo se convirtiera en suceso cotidiano.
Foto tomada del perfil en X del Centro de Ingeniería Genética Biotecnología de Cuba/ El Comandante Ernesto Guevara realiza la primera jornada de Trabajo Voluntario en Cuba |
Texto Rosa Pérez López
A poco más de once meses de un enero victorioso, ya el comandante Ernesto Guevara perfilaba en su ejemplar convocatoria los atributos del hombre nuevo, y se anticipaba a las virtudes propias de un ser humano diferente.
Se sembraba en la conciencia de los cubanos una inédita modalidad laboral, un estilo de participación que, sin aspirar a remuneración alguna, tendría como compensaciones la forja de una actitud más revolucionaria y la contribución a la obra económica y social recién emprendida por nuestro pueblo.
Después de aquella jornada fundacional en la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, en el Caney de Las Mercedes, siempre el Che se alistó de los primeros en las movilizaciones, y con la respiración jadeante y la voluntad intacta se le vio en puertos, cañaverales, hilanderías y minas, hasta que su desprendimiento y su vocación de servicio lo condujeron definitiva y voluntariamente hacia otras tierras del mundo.
Así se nos hizo más tangible y más inmediato su ejemplo de hombre puro, y en la continuidad de aquella práctica pudimos acercarnos un poco más a la estatura moral y revolucionaria del heroico guerrillero.
Sesenta y cinco años después de aquel 22 de noviembre, posiblemente no exista un cubano que no haya participado en alguna jornada de trabajo voluntario, ni obra social y económica que no haya contado con el esfuerzo espontáneo y numeroso de los hombres y mujeres de nuestro pueblo.
Especialmente en estos tiempos de desastres naturales que han reclamado el oportuno y desinteresado concurso de tantos compatriotas.
Son esos los valores guevarianos en los que creemos y por siempre asumiremos, no por romántica tradición, sino porque siguen siendo indispensables para llevar adelante nuestra hermosa, noble y justa obra.
YVL
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