Siempre a nuestro lado

Hace cincuenta y siete años estás entre nosotros de un modo diferente a como era tu costumbre, pero no nos has faltado nunca, desde la estrella radiosa en el oscuro firmamento de tu boina hasta la veteranía de tus botas echando raíces en el alma de esta tierra que te acogió como a uno de sus más queridos hijos. 

 

 

Texto Rosa Pérez López

 

Has estado, Che, de un modo diferente a como era tu costumbre –al pie del puerto y del cañaveral, erguido en la tribuna, insomne en tu despacho- pero has permanecido a nuestro lado con tu respiración entrecortada y tu delectación de artista, enseñándonos a desbrozar molinos con tu lanza justiciera y tus esperanzas de constructor... y de hombre puro. 

 

Has estado durante todos estos años en cualquier sitio donde tu estampa de marfil y olivo regresó victoriosa de la muerte que no logró matarte, para compartir junto a nosotros las cruentas y magníficas jornadas cuando nos empecinamos en precipitar auroras luminosas en medio de las tempestades. 

Por eso tu regreso definitivo desde otras tierras del mundo fue el reencuentro del que no pudimos prescindir jamás desde aquel doloroso octubre, cincuenta y siete años atrás. 

Ahora plantado en el centro de la Patria, sirves de sementera para siempre, nos alimentas con todos los días y las noches que quedaron al margen de tu diario de campaña, y nos revelas el secreto de sobrevivir a la cólera de tus verdugos y al laberinto de las adversidades. 

Ahora estás a nuestro lado cual si no te hubieras ido nunca, para confirmarle a este convulso siglo veintiuno la esperanza de que germine de tu rastro inspirador e incólume el hombre nuevo al que te anticipaste, con tu aroma de pólvora, con tu adarga al brazo y con tu resplandor de estrella. 

 

YVL