"Contra Fidel... ¡ni en la pelota!", dijo poco tiempo después para confirmar su absoluta fidelidad el humilde joven habanero con vocación de artista; el estudiante de escultura en la Academia San Alejandro, que prefirió trocar el buril por el fusil para esculpirle a la patria un porvenir más digno.
El guerrillero de bíblica estampa que jamás desistió de su sonrisa, ni de ese modo tan suyo de convertirse a fuerza de valor, entrega, jovialidad, honestidad y simpatía en la viva imagen del pueblo cubano.
Foto tomada del Perfil en X de Agnes Becerra
El decidido revolucionario que mandarria en mano comenzó a hacer realidad el sueño de transformar los cuarteles en escuelas, al derribar los muros de Columbia y hacer de ese antiguo campamento militar de la tiranía batistiana una Ciudad Escolar llamada Libertad.
El jefe militar que partió hacia Camagüey para neutralizar sin un disparo, sino sólo con su voz de mando y su imbatible firmeza, los intentos sediciosos de un traidor. El entrañable compatriota a quien los cubanos no volvieron a ver nunca más, ni pudieron rendirle otro tributo póstumo tras su desaparición que las flores germinadas en el mar, y desde lo más profundo de la gratitud y del recuerdo, siempre que el mes de octubre llega a su vigésimo octavo día.
Hoy hace sesenta y cinco años que Camilo Cienfuegos Gorriarán dejó de ser presencia física entre nosotros.
Justamente cuando sobre Cuba se ciernen los afanes desestabilizadores de quienes pretenden revertir el rumbo de la Revolución y sus nobles conquistas, contando con el apoyo de un Imperio que aún no se resigna a la existencia de un país tan soberano, tan digno y tan valiente a noventa millas de sus costas.
Un país en cuyo pueblo hay muchísimos Camilos, que hasta después de morir en el combate levantarían sus brazos para seguir defendiendo la bandera de la estrella solitaria... así estuviera deshecha en menudos pedazos.
Un pueblo que jamás se doblegará ante las manipulaciones, las presiones y las amenazas de sus enemigos, porque aprendió del Señor de la Vanguardia que solamente se pondría de rodillas e inclinaría su frente para decirles a los héroes y mártires de la patria que su sangre no fue vertida en vano.
Un pueblo con la vergüenza tan alta y tan firme como la Sierra Maestra, que pese a las adversidades, desafíos y complejidades que nos imponen estos tiempos nunca renunciará a su independencia, a su soberanía y a su derecho a seguir edificando y perfeccionando una sociedad que necesariamente será cada vez más justa y más humana.
Son esas razones suficientes para este 28 de octubre y cada día decir inspirados en el inmortal ejemplo del Señor de la Vanguardia: Camilo, contra viento y marea... ¡vamos!
YVL
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