Texto: Rosa Pérez López
Aunque en la actualidad algunos lo consideren un concepto abstracto, la disciplina es un hecho muy concreto llamado a ser palabra de orden en tiempos en que la indisciplina ha ido ganando cada vez más terreno... y es hora ya de parar esa avalancha cuando todavía puede y debe revertirse.
Pero a veces sucede, como con otras muchas conductas negativas, que al hablar de indisciplina cada quien se pone a buen recaudo de su propia conciencia, por considerar que son los demás quienes violentan las regulaciones, normas y preceptos que dan cuerpo a una actitud disciplinada.
¿O acaso jamás ninguno de nosotros ha contribuido a fomentar la indisciplina? Pensemos si alguna vez hemos pisado el césped de un parque; hemos usurpado el lugar de otro en una cola; hemos arrojado desperdicios a la calle; hemos encendido un cigarro donde no está permitido fumar; hemos molestado al vecindario con una música estridente; hemos hecho caso omiso a una
señal del tránsito.
Recordemos si alguna vez -por hablar de cuestiones más personales- hemos revelado un secreto que no nos pertenece, o hemos usado palabras fuertes y groseras contra alguien que tal vez ni siquiera las merecía; para no mencionar esas graves indisciplinas que lesionan mucho más la tranquilidad, la seguridad y la integridad ciudadana: esas actividades delictivas de toda laya de las cuales también nosotros podemos ser víctimas potenciales.
La indisciplina, en cualesquiera de sus manifestaciones, demuestra ante todo el
resquebrajamiento de ciertos valores éticos y de los mecanismos existentes para fomentarlos, regularlos y en última instancia controlarlos, por cuantas vías y procedimientos tienen a su alcance la sociedad y sus correspondientes instituciones.
Revisemos entonces cada uno de nosotros nuestro presuntamente insignificante y aparentemente inofensivo inventario de contravenciones, para convencernos de cuánto perjuicio contribuimos a ocasionar en menor o mayor medida, porque la nuestra no es una actitud aislada mi mucho menos. Y eso es lo peor.
Es por eso tarea de todos rescatar y poner en práctica de una buena y definitiva vez esos hábitos de disciplina que son basamento indispensable de una adecuada conducta ciudadana, a sabiendas de que disciplina es una palabra de orden en la cual se expresa la cultura, la virtud, la educación, la solidaridad y el patriotismo de un pueblo.
Elijamos entonces cuanto antes, consciente y autocriticamente, qué actitud asumir en esta impostergable batalla con todos y para el bien de todos, cuya voz de mando nos reclama ser ciudadanos cultos, virtuosos, educados, solidarios y patriotas.
nyr
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