Hablo de Lenin

  

Lenin en 1920./Internet


Texto: Rosa Pérez López


“¿Sabes tú que la mano poderosa

que deshizo un imperio, también era

suave como la rosa?

La mano poderosa…

¿sabes tú de quién era?”


Hablo de Lenin, como hiciera en sus versos Nicolás Guillén. Hablo de Lenin, y no por afán o simple compromiso. Hablo de Lenin no sólo porque hoy sea 22 de abril y ciento cincuenta y cuatro años atrás le haya nacido al mundo ese paladín de la justicia social.


Hablo de Lenin, tempestad y abrigo, aunque algunos se permitan el silencio de su nombre, como si bastara la omisión de su grandeza para desconocer su monumental contribución al pensamiento universal y a la edificación, por vez primera, del sistema social que más haya logrado dignificar a la especie humana: el socialismo


Hay quienes hoy piensan que Vladimir Ilich Ulianov es un concepto en desuso. No faltan quienes abjuran de haber inspirado su quehacer en las doctrinas que, convertidas en acción, lograron estremecer el mundo en 1917; y habrá quienes apenas se acuerden de nombrarlo. Pero existen también quienes prefieren enunciar las cosas en su justa dimensión y salvar del olvido la labor gigantesca de un hombre a quien la historia no desmintió, sino fueron ciertos hombres quienes traicionaron a la historia.


Hoy que los cubanos nos aferramos más que siempre a nuestra propia médula en el empeño de preservarnos como nación y como pueblo, sería indigno desconocer aquel legado que también ha sido el alimento de tantas jornadas de honor y de gloria, y son parte esencial de esos valores que es preciso conservar intactos, de tan nuestros.


Por eso es necesario hablar de Lenin hoy y siempre, para que el silencio y el olvido de algunos no prevalezcan sobre la gratitud debida a quien abrió para la historia -junto a las rejas del Palacio de Invierno- el camino que conduce hacia la justicia plena y la verdadera dignidad del hombre.

nyr


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