La música urbana y fundamentalmente el reguetón, se han convertidos en todas partes en el ojo del huracán. No deja de pasar un día que en las redes y otros medios de comunicación, la aceptación o no, la crítica más fuerte, frente a la posición desafiante de los portadores del género, sea entre tantos otros hechos sociales y políticos, la noticia centro del mundo musical y por lo natural “la manzana de la discordia”.

No es menos cierto que para todos aquellos que nos formamos bajo unos patrones de solidez estética o académica de la música, ya bien sean los más conservadores, como los más contemporáneos, de cualquier parte del mundo, nos cuesta mucho trabajo asimilar y aceptar esta corriente, aún más con el hándicap de que este estilo de música en una gran parte contenga un alto contenido nocivo culturalmente, en mi criterio el más agresivo y tolerado en la historia de la música.

Los orígenes de esta corriente con sus asperezas tiene un motivo diferente en cada región, el único común denominador que les une es el ser de procedencia urbana.

En Cuba, antes del “periodo especial “de los años 90 del pasado siglo, yo casi que considero que por el nivel de vida y de poder adquisitivo de los cubanos, prácticamente éramos una gran masa urbana con un nivel cultural superior poco común de hallar en una población de nivel urbano, todos teníamos las mismas obligaciones y deberes, casi comíamos y vestíamos igual.

Ya en pleno período especial, la situación económica del país nos había subdivididos en no urbanos, semi urbanos (clase con la que me identificó) urbanos y sub urbanos. A pesar de auto considerarme, perteneciente al grupo semi urbano, conocí profundamente en ese periodo la cara del hambre y el nacerte el odio a los que tenían pan para comer a diferencia tuya.

Es el mismo sentimiento y dolor que sufren los miembros de este sector social, sumándose el miedo, la subvaloración, los complejos, la creación de mecanismos propios de defensa.

Mirando el documental de los conciertos de Silvio Rodríguez por los barrios, redescubrí el crecimiento que había tenido la masa urbana en Cuba, que ese sector poblacional a causa del abandono, desidia, la irresponsabilidad y otras; había anotado poco a poco, todos los errores de desatención a un sector bien vulnerable de nuestra sociedad, como una cuenta pendiente a cobrar.

Frente a esa dura realidad crearon su cultura “underground”, sus modismos idiomáticos, sus símbolos y códigos musicales, que los descuidos habituales de quienes se proclaman custodios de nuestra cultura dieron lugar a la gran invasión de esta corriente musical llamada música urbana, mayoritariamente de fuerte contenido reguetonero, hasta el punto de admitir y aceptar que nos sostengan económicamente y es por ello la actitud evasiva y cómplice de aceptarla y no solo convivir, sino hasta que nos dominen.

Y nada, que la colonización española, la toma de La Habana por los ingleses y las dos intervenciones norteamericanas se quedaron chiquitas con estos chicos.

nyr/Tribuna de La Habana