Algunos actores y proyectos como Pagola la Paga han sumado parodias, canciones o guarachas propias a su repertorio. Foto: Francisnet Díaz
Dentro de las vertientes de nuestra música, existe
una muy emparentada con la picaresca: la guaracha. Aunque investigaciones históricas
y musicológicas la sitúan tempranamente en Cuba en fecha tan desconocida como 1583,
aquellas primeras aproximaciones poseían un tono más juglaresco y disperso, y sin
la complejización adquirida cuando es asumida dentro del horcón sonoro de la canción
trovadoresca desarrollada a principios del siglo XX. Es en esta etapa donde su caracterización
conceptual fue la de asumir textos con una elevada carga humorística, matizada con
ribetes del doble sentido y otras aristas.
Muchos cultores también utilizaban un lenguaje
aparentemente elitista o rebuscado –rozando incluso lo burlesco– para mofarse de
situaciones determinadas de profundo criollismo, tales como un desplante amoroso,
un marido infiel u otros temas del imaginario popular. En esa línea podemos encontrar
guarachas de Miguel Matamoros; Osvaldo Farrés; Faustino Oramas, El Guayabero; Lorenzo
y Reinaldo Hierrezuelo; Ignacio Piñeiro; Francisco Repilado, Compay Segundo; Ñico
Saquito y otros, aunque fue precisamente este último quien se ganara el apodo de
Rey de la Guaracha por su gran producción y su extraordinario buen humor.
Si nos remontamos a generaciones más recientes,
y hurgamos en la consolidación y proyección del género, estaríamos de acuerdo en
recolocar la brújula hacia nombres como Pedro Luis Ferrer y Alejandro García, Virulo,
como eslabones fundamentales en la revitalización de la guaracha y, sobre todo,
de un concepto dialéctico y creativo que también los coloca como imprescindibles.
Pero hay un momento crucial en nuestro país
con la creación del Conjunto Nacional de Espectáculos que, aunque ocurrió en el
año 1960, bajo la égida del maestro Alberto Alonso, no fue hasta 1980 que despegó
en esa dirección. Y fue precisamente Virulo quien, de la mano de Alberto, asume
la dirección del proyecto y se convierte en renovador y ente creativo al unificar
música y humor de una forma inusual.
La utilización de los códigos teatrales,
danzarios y otros escénicamente vinculados a las diversas obras presentadas caracterizaron
aquella experiencia donde su manejo en función de la música era casi desconocido
para el público cubano: quizás podamos encontrar referentes en el Teatro Musical
de La Habana y en el Dramático de Oriente, dos colosos que aportaron a la hibridación
musical y escénica del país.
Paralelo al éxito del Conjunto habría que
añadir la presencia no solo de excelentes actores o bailarines (algunos procedían
del mencionado Teatro Musical), sino también de músicos como Sara González, Jesús
del Valle, Tatica, o el propio Virulo, quienes, además de actuar, impartían clases
de canto y música como parte del entrenamiento teatral de la compañía.
Hoy, algunos actores y proyectos han sumado
parodias, canciones o guarachas propias a su repertorio, como Kike Quiñones, Jorge
Díaz, Rigoberto Ferrera, Osvaldo Doimeadiós o Pagola la Paga, manteniendo viva,
cada cual, desde su perspectiva, una parte vital de nuestra tradición musical.
amss/Tomado
de Granma
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