Foto: Tomada de Cubarte
Un grande de la cultura cubana,
de las ciencias biológicas, de la dialéctica y del patrimonio genético ha evolucionado
hacia la inmortalidad de la ciencia cubana e internacional, el humilde, sencillo,
ocurrente y genial profesor Berovides,
o simplemente “el profe Berovides” quien
nos ha dejado sus semillas, sus libros y sus vastos conocimientos sobre la evolución
humana y en general de los seres vivos.
El
Profesor Emérito de la Universidad de La
Habana falleció este miércoles. Tenía 82
años de renovadora juventud espiritual.
En
su accionar en la docencia y en sus decenas de libros nos mostró que los humanos
también compartimos genes hasta con el maíz,
y que todos partimos de un ancestro común. Todo está entrelazado.
Los
que tuvimos el privilegio de conocerlo, sentimos con gran regocijo haber tenido
la oportunidad de compartir investigaciones, conversaciones científicas, anécdotas
y muchas de sus inteligentes ocurrencias y, de aprender de esa manera tan amena
de tratar los temas más profundos; desde lo filosóficos, el pensamiento complejo,
la bioética y la ecología profunda, entre otros de los muchos temas abordados por
el profesor y, sobre todo, haber aprendido de él de sus valores humanos, además
de sus inmensos y diversos conocimientos científicos, tan diversos como la propia
diversidad que él defendía para la Naturaleza.
Con
qué placer compartía sus conocimientos, con qué integralidad orientaba armónicamente
una tesis, un estudio, una investigación. No se guardaba nada, lo que tenía lo daba,
lo entregaba y parecía como si él fuera el que diera las gracias por permitírsele
enseñar a los demás, lejos de toda autosuficiencia, petulancia o intriga en que
algunos intelectuales involucionan como especie.
Qué
“bicho” no pasó por el lente metodológico de este ecólogo, educador y defensor ambiental.
Berovides es famoso por sus estudios
sobre la jutía, el cocodrilo, la iguana y tantos más, por los estudios sobre la
conducta animal y su relación con la herencia, con los factores evolutivos que explican
por qué no es posible alcanzar a la vez robustez y la productividad tomando en cuenta
la distribución de los flujos de energía en la fisiología de los animales.
Fue,
a su vez, partidario que los animales también tienen sentimientos y que por estudios
del sistema nervioso podía ser demostrado.
Gran
admirador de Darwin fue un lector ávido de
conocimientos. Estudiaba permanentemente los adelantos científicos de las diferentes
partes del mundo.
Honrar
honra, como escribió José Martí, entonces, su ciencia como parte de la cultura debe
ser reconocida socialmente.
Por
tanto, sirvan estas breves palabras para honrar a uno de los grandes de la cultura
científica cubana que trascendió las fronteras del terruño donde nació.
Como
científico y por sus valores humanos, gloria a este gran cubano.
Juan Páez
Costa
amss/Tomado
de Cubarte
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