Ballet Nacional de Cuba. Foto: Jose M. Correa
Pasó julio y sin querer, con la prisa
y el calor de los días, dejamos atrás un hito de la Televisión Cubana: el vigésimo aniversario del programa La danza eterna.
Invariablemente, domingo tras domingo,
a veces con explicables (o inexplicables) deslizamientos de horarios, después de
la emisión estelar del NTV, este espacio del Canal Educativo cumple con el mandato
de la telemisora: conjugar entretenimiento y cultura, orientación y placer estético.
No es el único modo de acceder a la
danza desde la pantalla doméstica insular. Canal Clave, los jueves al final de la
noche, habilita Pasos, y debe darse crédito también a las incursiones dancísticas
de ¡Bravo! y De la gran escena. Pero La danza eterna, por su perfil y constancia,
se lleva las palmas en la sostenibilidad de un espacio para la promoción y el disfrute
de la danza; o mejor, dicho, las danzas, puesto que el espectro temático y estilístico
desplegado a lo largo de dos décadas confirman la pluralidad.
Máximo responsable de cada entrega,
Ahmed Piñeiro se afana por comunicar las esencias del arte danzario en actos y palabras:
comentarios atinados, entrevistas reveladoras y producciones audiovisuales de interés,
mediante las cuales el telespectador decanta y afina su experiencia.
A los que se inician en la recepción
del programa, siempre recomiendo complementarlo con la audición, los domingos a
la 1:00 p.m. por cmbf Radio Musical Nacional del espacio que escriben José Ramón
Neyra y Pedro Simón, con noticias, comentarios y audiciones de partituras para la
danza.
En la memoria de los más fieles telespectadores
quedaron marcadas las palabras con que Piñeiro inició, el 13 de julio de 2003, el
espacio: “La danza es una expresión natural del pueblo cubano. Y tanto es así, que
siempre se ha dicho que el cubano es 'un pueblo bailador'. Por otro lado, nuestro
país ha realizado un significativo trabajo en diferentes modalidades del baile escénico
y para nadie es desconocido que el Ballet Nacional de Cuba marca un capítulo glorioso
dentro de la cultura nacional. Por esa razón,
el Canal Educativo inicia, con este programa, un nuevo espacio en su cartelera semanal,
dedicado íntegramente al arte coreográfico, y lo hace con quien es una de las personalidades
más relevantes de la danza de todos los tiempos, y a quien Alejo Carpentier definiera
como nuestra Artista Nacional. Tengo el inmenso placer de darle la bienvenida a
La danza eterna a la eterna Alicia Alonso”.
No olvido, particularmente, una celebración
solo posible por La danza eterna: el sesquicentenario del estreno de Coppelia. La
efeméride coincidió con uno de los picos de la pandemia de la covid-19 –mayo de
2020–, por lo que se hallaba sumamente restringida la vida social. Pero ahí estaba
la televisión. Al introducir la velada, Piñeiro, en nombre de los artistas cubanos
de la danza, honró la memoria de Alicia a partir de la temprana relación de la gran
bailarina con la pieza coreográfica. Recordó cómo en la década de los años 30 del
siglo pasado, el maestro Amadeo Roldán –quien ya era uno de los más importantes
compositores cubanos de la vanguardia– dirigió la orquesta para la puesta de Coppelia
en el teatro Auditorium, en la que una adolescente llamada Alicia Martínez (más
tarde Alonso) interpretó el papel de Swanilda.
La entrega se completó con la selección
que hizo Piñeiro de la grabación de una de las funciones de la obra en el Festival
Internacional de La Habana de 2012, protagonizada por Viengsay Valdés. Fue este
un ejemplo de cómo articular servicio público con enriquecimiento espiritual en
medio de adversas circunstancias.
Pedro de la Hoz
amss/Tomado de Granma
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