Texto: Rosa Pérez López
Este 25 de julio cumple quinientos ocho años Santiago de Cuba: esa ciudad donde nada puede causar asombro y cada piedra fuera pedestal de un héroe, hasta merecer ella misma su heroica condición. Esa ciudad del oriente cubano, estremecida algunas veces por un telúrico palpitar, como si se le desbordara desde las entrañas la naturaleza indómita de sus mujeres y sus hombres. Esos hombres y mujeres que al igual que el santiaguero Antonio Maceo Grajales, parecen haber nacido de león y de leona.
Que a nadie asombre entonces que siete décadas atrás fuera precisamente allí donde en una madrugada de carnaval se fundieran los últimos compases de una conga con los primeros disparos que anunciaban una nueva clarinada insurgente en pos de la libertad de nuestra patria. Y que tampoco asombre a nadie que Santiago de Cuba asuma por derecho histórico el orgullo de saberse cuna de la Revolución, depositaria del sagrado cuerpo de Martí y de toda la gloria contenida en el simbólico grano de maíz que atesora las cenizas de Fidel.
Es Santiago de Cuba y son sus empinadas calles, que sostuvieron y sostienen el heroísmo de sus mejores hijos, para que en ellas hoy se mezclen el sudor de sus esforzados pobladores y la sangre numerosa y joven de quienes ofrendaron su vida en el Moncada.
Por eso este 25 de julio todos los caminos del patriotismo nos conducen a Santiago. Esa Santiago rebelde ayer, hospitalaria hoy, heroica siempre. Esa Santiago tan sensual y fraterna, tan tradicional y espontánea... como si pretendiera reafirmar en sus contrastes absolutamente todos sus encantos. Esa Santiago de Cuba que desde el 25 de julio de 1515 ha renacido de sí misma una y otra vez... y siempre más nuestra y más hermosa.
nyr
0 Comentarios
Con su comentario usted colabora en la gestión de contenidos y a mejorar nuestro trabajo