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Foto: VanguardiaTexto: Rosa Pérez López
Fue en Santiago de Cuba, pero pudo ser en cualquier sitio porque esta tierra nuestra es como un largo sudario que ampara el martirologio de sus mejores hijos. Era el 30 de julio de 1957, pero cualquier fecha pudo ser, porque la historia no precisa de momentos exactos para plantearle a la vida su grandeza. Se llamaba Frank País García, y pudo llamarse de otro modo, pues hasta de desconocidos nombres está hecha entre nosotros la estirpe de los héroes.
Pero fue precisamente Frank, con sus veintitrés años de ternura y de coraje. Frank, el maestro de sonrisa dulce y mirada soñadora... o David, el Jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio. Pero fue en Santiago de Cuba y ocurrió un día como hoy hace sesenta y seis años.
Hay entonces razones suficientes para que esta fecha se consagre al tributo de los marcados por el heroísmo que fueron elegidos tempranamente por la gloria: los del machete aguerrido y los más recientes guerreros; el luchador trascendente y el combatiente anónimo. Porque la Loma del Frayle que vio caer abatido a Frank País pudo ser también Mal Tiempo o Peralejo, Alegría de Pío o El Uvero, La Coubre o Girón, el Escambray o Barbados. Y pudo ser ayer o hace más de cien años, porque hay más de una centuria de Revolución acumulándole heroicas simientes a esta fecunda tierra nuestra.
Por eso cada 30 de julio se yergue como un juramento comprometido con la sangre derramada por los buenos, para que nadie se atreva a mancillar jamás este sudario hecho Isla que ampara el martirologio de tantos patriotas; para que nunca se quiebre el pedestal sostenido por la entrega de millones de héroes cotidianos. Héroes que no necesitan de rostro o de nombre para ser reconocidos en su colosal estatura histórica, porque hace mucho tiempo el heroísmo en Cuba lleva por nombre Pueblo.
nyr
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