Díaz - Canel en el Museo de Aljube. Foto: Alejandro Azcuy
Estrecho y sinuoso es el Museo
de Aljube, pequeña edificación en el corazón de Lisboa, donde se mantiene viva la
memoria de lo que fue el periodo fascista en Portugal.
Aquí, honrando la memoria de quienes
años atrás fueron víctimas de horrendos crímenes, comenzó el primer secretario del
Comité Central del Partido Comunista de Cuba y presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, su jornada de
actividades este sábado.
Estremece observar las imágenes
que cubren las paredes e intentan mostrar el dolor de aquellos años, la agonía de
los presos que eran retenidos en celdas a la espera de “su hora de tortura”.
Mientras la delegación cubana avanzaba
por las salas, el timbre insistente de un teléfono interrumpía a ratos la explicación
de la amable guía, quien contó que era esa la señal “de un nuevo llamado a los interrogatorios,
a la tortura”. Nadie, por cierto, sabía, quién sería el próximo a ser golpeado con
las preguntas.
El Jefe de Estado cubano, junto
a su compañera Lis Cuesta Peraza, indagó detalles sobre fotos que llamaban su atención
y los hechos asociados a ellas, reflexionó a veces sobre los acontecimientos de
esos años y recordó que “la Revolución de los Claveles fue un acontecimiento para
Cuba”, un hecho que marcó el fin de la dictadura de Salazar en el país (1933-1974).
Justamente 41 años después de su
triunfo, el 25 de abril de 2015, abrió sus puertas este museo, porque, según comentó
la guía, “los antiguos prisioneros de ese cruel periodo querían un espacio para
compartir la memoria”.
“Es importante demostrar que tenemos
memoria”, argumentaría entonces el dignatario ante quienes le acompañaban: el expreso
político Domingos Abrantes Ferreiro y otros camaradas del Partido Comunista Portugués.
Son cuatro salas las que acoge
esta institución, antes una de las tantas cárceles portuguesas, testigo también
de los horrores vividos entonces.
Aquí hay espacio para exposiciones
temporales relacionadas con los valores del museo; para recordar momentos que distinguen
el ascenso y la caída del fascismo; para mostrar la censura a la que eran sometidos
los medios de comunicación; para evocar la resistencia antifascista de quienes dedicaron
su vida a la lucha contra el régimen dictatorial burgués; para recordar a los que
quedaron en el camino y nunca vivieron lejos de la dictadura, en la libertad.
Libertad es también lo que desde aquí
se defiende, porque es ese, junto a la vida, uno de los derechos más preciados que
tiene el hombre.
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