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Lázaro Peña González

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                     Foto:Portal Cubarte

Por: Rosa Pérez López

En familia pobre y con la piel del color de las hojas de tabaco que
comenzara a torcer muy tempranamente, nació Lázaro Peña González
en La Habana el 29 de mayo de 1911... y además asistido por una
inmensa vocación de soñar.


Y su sueño primero fue ser violinista, quizás imaginándose otro
Paganini negro como Brindis de Salas. Pero su humilde condición no
le permitió escalar escenarios empuñando un instrumento musical,
sino lo condujo a las tabaquerías chaveta en mano... mas sin dejar de
soñar.


Quizás ya el joven torcedor no soñaría más con arrancarle sublimes
melodías a un violín, sino con poner en su voz áspera y cálida
vibrantes arengas que impulsaran a los trabajadores a la lucha por su
emancipación... y Lázaro comenzó a hacer realidad ese otro sueño.


Tanta inteligencia natural y tantas lecturas nutricias para su verbo
elocuente y convincente, le ensancharon el camino hacia el liderazgo
indiscutible -y también irrepetible- de quien se convirtiera por derecho
propio en Capitán de la clase obrera cubana.


Y estaría Lázaro repartiéndose en fábricas y puertos, en fundiciones y
centrales, hecho presencia junto al obrero y el bracero, junto al
fundidor y el azucarero. Lázaro también al lado del actor que concede
su alma y su piel a cada personaje y del músico que vuelca su
inspiración sobre una partitura.


Ese Lázaro tan tenaz batallador del día tras día y tan imprescindible en
toda época, que hace cuarenta y nueve años nuestra patria no quiso
enterrarlo como a un muerto, sino determinó plantarlo en sus entrañas
como una fecunda simiente de futuro.


Ha de ser por eso, y no gracias a ningún milagro, que cada 29 de
mayo Lázaro se levanta una y otra vez… y se echa a andar junto a su
pueblo.

nyr

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