.Por: Rosa Pérez López
Pueden librarse combates heroicos y trascendentes fuera de
los campos de batalla. Combates en los que el rugido de las armas se suplantan
por la firmeza de una voz, con palabras semejantes a clarinadas por venir.
Así fue el enfrentamiento de aquel 15 de marzo de 1878 en Baraguá,
cuando los enérgicos argumentos del Lugarteniente General Antonio Maceo procuraron
ser el detonante que diera continuidad a la contienda tronchada por el oneroso
Pacto del Zanjón.
Diez años de batallar habían cobrado un alto precio a la
gloriosa mambisada, más allá del desgaste y de la muerte: el precio del
caudillismo, del regionalismo y del racismo, como lastres que poco a poco fueron
quebrantando el ímpetu de las huestes insurrectas, y sobre todo su unidad.
Sobrevino entonces, como dramático epílogo de tan digna
gesta la paz anhelada, mas sin la independencia ansiada. Y hubo posiblemente
lágrimas de impotencia entre los guerreros obligados a dar reposo a sus fusiles
redentores; y debió haber desconsuelo en los machetes al no escuchar de nuevo
el toque de “a degüello”, anunciador de tantas cargas.
Sólo la titánica estatura de Maceo se alzó ante el General
Martínez Campos, con una advertencia intransigente: “Volverán a iniciarse las
hostilidades”. Pero no pudo ser pese a su empeño, porque diez años de batallar
habían cobrado un alto precio a la gloriosa mambisada.
Ese gesto viril de quien no admite deponer sus armas, su
moral y sus ideas, no solamente quedó escrito en nuestra historia como una de
sus más honrosas páginas, sino ha sido reeditado una y otra vez por los cubanos
durante ciento cuarenta y cinco años, porque nunca le han faltado a nuestra
Patria esos hombres que llevan en sí el decoro de muchos hombres para no doblegarse
ante ningún revés.
Es la bravía estirpe del General Antonio, que se ha
multiplicado desde aquel 15 de marzo en nuestro pueblo. Son sus lecciones de
revolucionaria intransigencia, que se renuevan cada día entre nosotros, para
que nadie nos haga costear el alto precio de la desunión; para que nadie pueda
imponernos una paz sin independencia; para que nadie olvide que cada día los
cubanos estamos dispuestos a protagonizar un nuevo Baraguá.
nyr
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