Foto: Yuris Nórido
Si hubiera que señalar una condición inalterable de las puestas de Jazz
Martínez-Gamboa con su compañía La Montaña Teatro sería la enjundia.
El director se toma tan en serio los conflictos de las tramas y personajes
que sube a escena, que nada de lo que acontece parece superfluo o puro relleno.
En Julia, su montaje a partir de la célebre La señorita Julia, del sueco August Strindberg, esa consistencia se remarca en la esencialidad —hasta podría decirse crudeza— del entramado visual y el registro actoral.
Sin arabescos, con decidida economía de recursos,
Martínez-Gamboa articula el discurso. Decorados, vestuario, ubicación en el
espacio, banda sonora y pauta de movimiento integran un sistema perfectamente
armonioso sin que haya énfasis distractores.
El texto, por lo tanto, conserva un protagonismo
esencial, que los actores defienden con entusiasta compromiso.
La naturalidad y fuerza con las que Roberto Romero
(Juan), Juannalise Ricardo (Julia) y Yordanka Ariosa (Cristina) asumen sus
personajes, la efectividad de las interrelaciones y los delicados matices con
que marcan transiciones y evoluciones, acercan la historia a un “aquí y ahora”
con el que cualquiera pudiera identificarse.
Eso sí: siempre se respeta el espíritu del clásico.
Menos convincente —tampoco es que
moleste demasiado— es la inclusión en la puesta de elementos de patente y
contextualizada actualidad: guayabas y latas de cerveza que devienen guiños,
pero no alcanzan a definir relevantes conceptualizaciones.
Jazz Martínez-Gamboa hace honores a la contundencia del planteamiento de Strindberg: evidencia la —por momentos sutil y en ocasiones descarnada— lidia de personajes que simbolizan disímiles clases sociales, económicas, culturales… y por lo tanto, maneras de entender y asumir la existencia.
Yuris Nórido
amss/Tomado de Cubasí
En Julia, su montaje a partir de la célebre La señorita Julia, del sueco August Strindberg, esa consistencia se remarca en la esencialidad —hasta podría decirse crudeza— del entramado visual y el registro actoral.
Eso sí: siempre se respeta el espíritu del clásico.
Jazz Martínez-Gamboa hace honores a la contundencia del planteamiento de Strindberg: evidencia la —por momentos sutil y en ocasiones descarnada— lidia de personajes que simbolizan disímiles clases sociales, económicas, culturales… y por lo tanto, maneras de entender y asumir la existencia.
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