Foto: Tomada de Cubasí
La pintura, como manifestación artística, posee la habilidad de comunicar y
trasmitir emociones mediante códigos: el artista recrea sobre el lienzo su
propia visualidad, intentando siempre cautivar más allá de las miradas.
Y en la búsqueda de ese toque propio, un poco más sensible y sosegado, el pintor cubano Maykel Herrera encontró su inspiración en los niños; un recurso que descubrió hace más de 15 años y que le aporta un sello único a la poética visual suya.
“El niño como código en sí tiene un significado muy
especial para mí y para todos. Desde el punto de vista formal me proporciona
una gestualidad diferente, existe una psicología en sus movimientos y
expresiones que no poseen los adultos”, comentó el artista en exclusiva con
Prensa Latina.
Motivado desde pequeño por las aptitudes creativas de su
padre, comenzó a desarrollar una vocación y un afecto hacia la pintura que lo
convertiría tiempo después en fiel exponente de esta disciplina en Cuba y fuera
de ella.
Así, con montones de sueños y la ilusión bajo el brazo,
se desprendió de su natal Camagüey para probar suerte en La Habana; ciudad que
sirvió de vitrina para exhibir al mundo un talento que ya despuntaba.
Fueron tiempos exitosos donde muchos clientes mostraron interés por mi obra;
esto me permitió llegar a un grupo de coleccionistas a los que no tenía acceso
en Camagüey, relató.
Mis obras, continuó, comenzaron a integrar colecciones privadas, y con ello
surgieron proyectos en Europa y Norteamérica.
Países como Francia, Alemania, Puerto Rico y Colombia,
entre muchos más, acogen varias de sus creaciones.
Antes de encontrar la identidad que lo distingue, Herrera transitó por diferentes etapas;
realizó performances entre los cuales
destacan Transfusión geográfica, que
aborda la conservación de la identidad; o Coge
tu arroz estético aquí, que le valieron numerosos premios.
Otros lauros que enaltecen su catálogo son el Premio de
la Asociación Hermanos Saíz del XV Salón Fidelio Ponce, en la Galería Alejo
Carpentier (1999); y más reciente, en 2014, el galardón World Quality
Commitment en la Categoría Oro, de la Convención Internacional BID a la
Calidad, Innovación y Excelencia (Francia).
“El pintor de
los niños”, como popularmente se le conoce, logró trascender las fronteras del
arte con una propuesta novedosa donde mezcla la jocosidad, la ironía, el dolor
o la sátira con un denominador común: la figura del infante.
No me identifico con una tendencia en particular,
simplemente trato de mezclarlo todo en mis creaciones; aunque dibujo niños mi
obra no va para ellos; estos nunca la entenderían, puntualizó.
Destacó además que cada niño posee una psicología y una personalidad propia; “ellos me brindaron la oportunidad de hacer mío este camino que tiene un valor muy importante dada la sensible energía que trasmiten”, afirmó.
Ante la interrogante de por qué los niños como centro de
atención, respondió: Los espectadores pueden criticar un cuadro porque tiene
una mujer sensual o un hombre muy fuerte; pero quién critica una obra porque no
le gustan los niños, ellos enamoran e invitan al público a permanecer frente a
la pintura.
Saldando deudas
Cabra de montaña, la nueva exposición que ocupa los días del artista visual, hace alusión a
lo escabroso que puede ser el camino y a la facilidad con que podemos transitarlo
y continuar adelante.
Mi hijo está presente en muchas de estas obras; para
lograrlas hice un estudio de animales que, por vez primera, integran mi
visualidad; es una propuesta oxigenada y que me mantiene motivado, aseveró.
La muestra rompe un ciclo de silencio en la vida de Maykel Herrera, que luego de años en
pausa, deviene deuda saldada del artista con su público.
Es una exposición que deseo hacerla en La Habana para que
el pueblo cubano pueda disfrutarla; una deuda que tengo conmigo y con las personas
que siguen mi obra; y lo voy a hacer como siempre, con el corazón en la mano,
puntualizó.
Aunque algunos se rehúsan a la idea de un cambio en la iconografía de Herrera, este no descarta la
posibilidad de que el público, en algún momento, le permita hacerlo.
Mi centro de
atención es comunicar, los niños son una
preciosa herramienta que me facilita llegar al espectador de una manera
especial; el día que cambie seguiría en la búsqueda de nuevos códigos; tal vez
me concentraría en las mismas obras con una iconografía muy parecida, pero sin
los niños, puntualizó.
Con profunda atención le escucho hablar, mientras me
convence de que no hay tesoro más grande en la vida que tener buen corazón y
entregarlo todo con la mayor humildad.
Quisiera me recordaran como alguien que le dio al pueblo
lo mejor que tuvo y sintió; eso dice sobre mí, no solo como artista, sino como
persona; lo esencial es la sinceridad y la modestia con que quieres llegar al
público, como esa persona humilde que quiso dejar parte de su corazón entre la
gente, insistió.
Cuando se hable de la pintura como una de las Bellas Artes de la humanidad,
aflorarán los recuerdos de un artista que recreó, desde la mirada de un niño,
los maravillosos colores de un oficio universal.
amss/Tomado de Cubasí
Y en la búsqueda de ese toque propio, un poco más sensible y sosegado, el pintor cubano Maykel Herrera encontró su inspiración en los niños; un recurso que descubrió hace más de 15 años y que le aporta un sello único a la poética visual suya.
Destacó además que cada niño posee una psicología y una personalidad propia; “ellos me brindaron la oportunidad de hacer mío este camino que tiene un valor muy importante dada la sensible energía que trasmiten”, afirmó.
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