Foto: Jorge Oller
¿Quién no ha escuchado, en
interpretación del trovador Pedro Luis
Ferrer, este hermoso romance de Raúl
Ferrer Pérez, el maestro que
fue, además, un fino poeta?
En efecto, compartió con
Juan Clemente Zenea, José Martí, Rafaela Chacón Nardi y muchos otros bardos
cubanos del siglo XIX y XX, la labor poética con la docencia.
Ferrer tiene la rica experiencia de vivir y batallar en dos tiempos distintos: el
pasado capitalista plagado de penurias, analfabetismo y desigualdades; y el
triunfo revolucionario de 1959, cuyas puertas se abren a la enseñanza, la
dignidad y el bienestar de todos los cubanos.
Desde los años 30', educación y poesía hallan en él
similar destino: dignificar al ser humano y enseñarlo a amar la patria de Martí.
Los niños del batey del central “Narcisa” (en
la antigua provincia de Las Villas) conocen de su bondad, extraordinario
talento pedagógico y brillantez creadora, al ofrecerles clases atractivas, con
técnicas renovadoras donde, al mismo tiempo, la poesía le ayudaba a elevar el
conocimiento, a fomentar los valores cívicos y a infundirles a los alumnos una
nueva eticidad, tal y como se aprecia en las estrofas de Romance
de la niña mala, antes citadas.
Otro rasgo sobresaliente
es su desempeño como líder sindical de
los maestros, cuyos derechos defendió en el país entre los años 30' y 50'.
En el ámbito cultural, y por su prestigio literario, actuó como jurado en la Controversia del siglo, entre Jesús
Orta Ruiz (Indio Naborí) y Ángel Valiente.
Desde 1959 participa activamente en las
transformaciones de la Revolución como dirigente nacional de la Campaña de
Alfabetización, en los planes de superación, de la lectura masiva y en calidad
de directivo del Ministerio de Educación y diplomático.
A 30 años de su partida, recordemos a quien hizo de la
enseñanza, poesía, y de la poesía, magisterio: La
clase es una paloma / en la escuela de cristal.
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