![]() |
Paula Alí (Petra) y Rodrigo Gil (Raidel) demostraron una singular química en su historia común. Foto: Redes sociales de la telenovela
Una telenovela en Cuba puede
ser ámbito de múltiples confluencias: desde el melodrama más convencional hasta
una recreación decidida y comprometida del contexto.
La telenovela cubana suele
apostar por la utilidad del arte: muchas veces son plataformas para abordar temas
acuciantes, con una remarcada visión de los valores humanos.
En Los hijos de Pandora no hay peripecia por el mero atractivo de la peripecia: hay un concepto, un posicionamiento ético, una
poética de la acción.
Lo mejor es que todo está planteado
sin altisonancias ni didactismo. Seducen la naturalidad con que fluyen las tramas,
la empatía de los personajes, la limpieza de la estructura dramática.
El espectador puede identificarse.
Le están hablando en su idioma, le están pulsando determinadas cuerdas emotivas.
Lo más importante en Los
hijos… es el ser humano, con sus realizaciones y problemas. Gran virtud
es saber traducir eso en una historia diáfana, atractiva, dinámica… Aquí se logró.
Claro, si se mide esta propuesta
a partir de las pautas del folletín televisivo tradicional, se hace evidente que
hay poca trampa, intriga, sorpresa… Desde el principio uno pudo vislumbrar cuáles
eran los conflictos de los personajes y la manera en que se iban a resolver.
No hubo puntos de giro epatantes
que dejaran al espectador sobre ascuas o que comprometieran la integridad de heroínas
y héroes (aunque en definitiva se sepa que los héroes van a vencer los obstáculos).
No hubo, pero no se extrañó
demasiado. Bastó la contundencia de las tramas
y la manera en que fueron alcanzando su resolución para mantener el interés. Y aunque
al principio la telenovela tardó lo suyo para “arrancar” (algo de regodeo en la
presentación de los personajes y conflictos), se consiguió dosificar bien la sucesión
de acciones.
Contribuyó mucho la calidad
de los diálogos, que rehuyeron amaneramientos y cultismos… sin caer en la chabacanería
populachera. Y ha sido vital el compromiso de los actores con ese texto, la verdad
con que lo defendieron.
Sobresaliente el desempeño
del elenco, y en eso influye mucho la dirección de actores. Los niños y adolescentes,
por ejemplo, han hecho gala de una organicidad, una integración y una coherencia
ejemplares. No ha habido notables diferencias entre los que comienzan y los consagrados.
La factura del producto (que
ha sido talón de Aquiles de muchas producciones nacionales, aunque el público —si
la historia es buena— no suele otorgarle gran importancia) es aquí digna, aun cuando
algunos apartados siguen estando por debajo de los estándares internacionales.
La grabación fuera de los estudios
plantea no pocos desafíos. Y no siempre alcanza con el empeño. La calidad del sonido,
por ejemplo, está lejos de ser la óptima. Hay escenas en que apenas se entiende
lo que dicen los personajes por la contaminación del ambiente con ruidos o por el
desnivel de las pistas de la música.
Hay cierta búsqueda formal
en la fotografía —evidente sobre todo en las cortinas—; la elección de ciertos filtros,
que afianzan una determinada tonalidad, parece ser una marca autoral.
Los temas de la presentación,
despedida y de la banda sonora de la telenovela dialogan efectivamente con el discurso
general y aportan matices interesantes a las historias.
Los hijos de Pandora ha sido una telenovela amable, pletórica de gratificaciones.
Eso no significa que no hubiera tramas complejas, arduas, incluso descarnadas. Pero
la gran humanidad en el tratamiento, y esa ingeniosa mezcla de humor y drama que
marcó a algunos de los núcleos, evitaron el morbo o la apabullante intensidad.
En Los hijos de Pandora, como era
de esperar, triunfa el amor: la gente se quiere y lo demuestra. La fuerza de la
familia. Aquí hay muchas sonrisas y abrazos. Se abre la célebre caja de problemas,
pero también se cierra. Hay fe y esperanza. Y eso, en estos tiempos tan demandantes,
hace mucha falta.
Yuris Nórido
amss/Tomado de Trabajadores
0 Comentarios
Con su comentario usted colabora en la gestión de contenidos y a mejorar nuestro trabajo