El tributo llegó convertido en arte al recordar a figuras recientemente fallecidas, entre ellas Pablo Milanés, con interpretaciones de Laritza Bacallao. Algo similar ocurrió con la reverencia póstuma a Cesar “Pupy” Pedroso y a Jose Luis Cortés.
Sentida remembranza a uno de los mejores pianistas de la era del swing, el estadounidense Nathaniel Adams Coles, más conocido como Nat King Cole.
Casi todos los momentos fueron especiales, como la demostración de Dagoberto González, violinista de la emblemática Orquesta Aragón y uno de sus alumnos; o la actuación de Manolito Simonet, quien con su trabuco demostró una vez más que la música cubana, con su fuerza y calidad, es compatible con casi todos los géneros.
El estilo inigualable del Premio Nacional de la Música (2012) Bobby Carcassés, fundador del Jazz Plaza, matizó otro de los instantes sublimes del concierto.
Steve Turre llegó desde Estados Unidos con su trombón, pero también con la mágica melodía que brota de disímiles caracoles. Del mismo país se escuchó la potente voz de Dawn Tallman, otra de las invitadas especiales.
Durante los últimos días fueron más de 100 espectáculos en unos 20 escenarios, plazas y parques de la capital y Santiago de Cuba, que unieron a artistas de Argentina, Brasil, Camerún, Cuba, España, Francia, Congo, México, Italia, Alemania, Portugal, Perú, Canadá, Reino Unido, Países Bajos, Noruega, Reino Unido, Suráfrica y Estados Unidos.
Ganaron el arte, la creación, la amistad y el llamado a la paz y el respeto mutuo, este domingo, en el teatro Lázaro Peña, al unirse las exquisitas voces del Coro Nacional de Cuba dirigido por Digna Guerra, al Coro de la Iglesia Presbiteriana de Minnesota, que cerraron con un canto a la unidad latinoamericana, con todas las manos, todas; todas las voces, todas. Emotiva y reiterada exclamación de ¡Viva Cuba! ¡Viva la música!
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