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Ecos de los silenciados

 

Cartel: Tomado de Granma


Sorprende cómo en un espacio tan amplio y culturalmente diverso como nuestra América encontramos tantos lazos que conectan a sus pueblos. Tristemente, como mismo nos puede unir la música, también nos une el dolor; reflejado en problemáticas comunes del continente, en ecos de los silenciados.

Cuatro de las cintas participantes en la 43 edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana abordan la propiedad de la tierra, la violencia, el crimen organizado, el maltrato físico y sicológico contra mujeres y niñas y la preservación de la identidad de pueblos originarios.

Los filmes Domingo y la niebla, Utama, Noche de fuego y Clara sola se presentaron en la sexta jornada del festival. Los tres últimos son las primeras películas de sus respectivos directores, por lo que compiten en la categoría de Ópera Prima.

Domingo y la niebla, de Costa Rica, dirigida por Ariel Escalante, cuenta sobre un hombre cuya casa está a punto de ser expropiada para la construcción de una carretera; pero este se niega a abandonar el lugar, pues asegura que entre la niebla de la montaña aparece el fantasma de su esposa fallecida.

Su director comentó a la prensa que la película ha tenido gran aceptación. Sobre la violencia que ocurre en Costa Rica dijo: “Es un país que niega su propia violencia”, y aseguró que la mayoría de la población desconoce estos asuntos.

De Costa Rica llega también Clara sola, dirigida por Nathalie Álvarez. Una mujer de 40 años está considerada dentro de su comunidad como una santa. Sin embargo, esta imagen perfecta se ve dañada cuando Clara va sintiéndose más cómoda con su sexualidad.

Álvarez contó que la historia tiene influencias de su propia vida; pues creció en un hogar católico, donde costumbres y valores profundamente patriarcales y machistas fueron pasando de generación en generación, repitiendo patrones.

Aseguró, además, que son muchas las mujeres en la región que viven oprimidas; muchas veces sin ser conscientes de ello, por cuestiones religiosas.

Noche de fuego, de la salvadoreña residente en México, Tatiana Auezo, describe cómo en algunas zonas del interior del país donde actualmente vive, las madres obligan a las hijas a ocultar sus facciones y figuras, como un intento de protegerlas de ser víctimas de bandas criminales.

Por su parte Utama, de Alejandro Loayza, filmada en el altiplano boliviano, retrata la vida de una comunidad quechua a través de sus protagonistas, una pareja de ancianos. Loayza declaró que la película muestra a dos minorías pocas veces representadas en las pantallas de su país: los pueblos indígenas y las personas de la tercera edad.


amss/Tomado de Granma

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