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Fernando Alonso, fundador de la Escuela Cubana de Ballet. Foto: Gabriel Dávalos
Todavía resuenan los ecos del reciente Festival Internacional de Ballet
Alicia Alonso; un evento defendido por Cuba en medio de las más difíciles
circunstancias como símbolo del lugar conquistado por esa excelsa manifestación
de la danza en esta Isla.
Mucho debe ese sitial a la persona y al quehacer de Fernando Alonso Rayneri, como al de su hermano Alberto
y, por supuesto, al de Alicia; síntesis artística misma de una tradición de
la cual dicha tríada es feliz responsable.
Del niño al que su abuelo
instigaba a preguntar el porqué de cada cosa al amado maestro de maestros, el libro Fernando Alonso, el padre del
ballet cubano cuenta, con inusitada amplitud y hondura, la
vida y la obra de este imponente fundador.
Su autora, Toba Singer,
periodista estadounidense especializada en ballet, presentó esta primera
edición en español, de 2020, (anterior, en inglés, por University Press of
Florida, 2013), en la sede del Ballet
Nacional de Cuba a mediados de este año; rodeada de una pléyade de figuras
de distintas generaciones de la compañía y hasta de estudiantes de distintos
grados de la escuela y de los talleres vocacionales.
Tal auditorio resultaba la feliz
consecuencia de la consagración de Fernando
Alonso como pedagogo, como principal
creador de la Escuela Cubana de Ballet, el resultado más increíble de la
persistencia por sumar, desde una nación periférica y sin tradición previa, una
voz propia a la muy exclusiva lista de países valedores de ese arte.
El libro ofrece la palabra, en
primera persona, a Fernando, para
rememorar con significativos detalles cada periodo de su trayectoria; aportador de testimonios para la
historiografía del ballet entre nosotros, y del mismo modo, insoslayable
arsenal de pensamiento estético y cultural desde y sobre el arte danzario.
Quizá la clave más profunda del
texto la encontremos en las disquisiciones técnicas que les permitieron, sobre
todo a Fernando y a Alicia, hallar las claves, en el cuerpo
y el comportamiento cubanos, para desarrollar una lectura propia; después de
beber de las clases de todas las escuelas en los años de formación neoyorquina
entre las décadas de los 30' y los 40' del pasado siglo. Así como en la
insobornable decisión de construir, en
Cuba, un lugar para el ballet, que, con
la Revolución y el temprano apoyo de Fidel, crecerá hasta asentarse como un
bien social de la nación.
Se trata de un libro emocionante; rico, además, en aristas y lecturas humanas y
políticas sobre la grandiosa aventura fundacional del ballet cubano.
Sirva acaso esta página para
demandar una edición cubana de este título demostrativo de que la fértil obra del padre del ballet cubano
está viva. La sinfonía (seguramente de Brahms, como Fernando Alonso preferiría), de valoraciones recogidas por Toba
Singer en las voces de sus discípulos, armoniza en todo su esplendor una elegía
sincera para el maestro.
amss/Tomado de Granma
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