Disfrute popular en un concierto de Silvio Rodríguez. Foto: José M. Correa
En este 2022 hemos estado celebrando y
recordando los 50 años de la
constitución del Movimiento de la Nueva Trova (MNT), ocurrida en Manzanillo
en 1972.
Ese año varios jóvenes creadores
consolidaron, bajo la égida de la Unión de Jóvenes Comunistas, una institución
que nuclearía a trovadores, poetas o cineastas con vasos comunicantes bien
definidos: casi todos eran contemporáneos también en sus aspiraciones.
Algunos eventos anteriores a tal fecha
han recogido la historia como causales directos en el nacimiento del MNT. El
primer Encuentro de la Canción Protesta, convocado por Casa de las Américas en
1967, y la creación del Grupo de Experimentación Sonora del Instituto Cubano
del Arte y la Industria Cinematográficos, en 1969, son quizá los más conocidos
y, obviamente, los que a la larga catalizarían a un variopinto grupo de
artistas en plena ebullición autoral.
En una publicación por los 40 años del
MNT, en su blog Segunda Cita, Silvio Rodríguez resumía algunos nombres
fundacionales como los de Luis Adolfo, Martín Rojas, Eduardo Ramos, Rey
Montesinos, Pablo Milanés, Noel Nicola, Vicente Feliú y Belinda Romeu; toda una
mezcla de antecedentes y protagonistas del movimiento del feeling junto
a jóvenes cuyos objetivos estarían más orientados hacia la ruptura conceptual
de lo tradicional trovadoresco. En síntesis, esa era la mistura perfecta para
lo que se avecinaba.
No pretendo narrar las vicisitudes de
un género nacido al calor de narrativas
revolucionarias y hondos compromisos para con la Patria, sino aportar
algunas impresiones sobre este aniversario que nos llegará en pocos días y que
transita un sendero de polémicas y sanas discusiones.
Pienso en la permanencia y pertinencia
del género, en primerísimo lugar, como defensa de lo auténticamente gestado
como música cubana. Pero más allá de
que hayan podido mantenerse espacios de consumo y de difusión, no sería una
utopía afirmar que han existido lagunas visibles en algunas aristas de la Nueva
trova. Una de ellas ha sido la poca difusión y ramificación comercial de una
discreta discografía que durante años ha convivido en desventaja con otras
tendencias de nuestra música, la cual en ocasiones se vio diluida por criterios
desacertados.
Si bien las grabaciones no han
beneficiado a todos los trovadores y trovadoras como quizá debió suceder, más
desafortunado fue durante algún tiempo el rezago divulgativo que enmarcó,
erróneamente, a la trova solo como arma de protesta.
La dicotomía creada por la creencia de
que la finalidad de la nueva trova era solamente la crítica, en detrimento de
la lírica y su candor expresivo, le hizo perder potenciales espacios de
promoción y de pronto sus cantores fueron desplazados, equívocamente, para dar
paso a un sistema promocional muchas veces absurdo; sobre todo al resaltar
estéticas complacientes y plagadas de facilismo musical foráneo.
Hoy, que algunos de aquellos jóvenes
del 72 ya no están, que Pablo lucha aferradamente por su vida y otros no corren
suertes promocionales, no puede verse a la nueva trova como un estilo en desuso
o arcaico, alejado de mecanismos y dinámicas de estos años. Divulgar aún más la obra de quienes abrazan
el género debía ser una constante en nuestra rutina cultural, sin miedo a
errar.
amss/Tomado
de Granma
0 Comentarios
Con su comentario usted colabora en la gestión de contenidos y a mejorar nuestro trabajo