Fotos: Tomadas de Cubasí
La danza y la
fotografía comparten numerosos ámbitos de confluencia en los que una y otra
expresión remarcan posibilidades múltiples e insospechadas potencialidades.
Hay, a estas alturas, lugares comunes que van más allá del dominio de un
oficio. Es el regodeo en la pretendida perfección de la forma; la tentación de dejar testimonio de algo hermoso, que ya ha
sido fotografiado una y otra vez.
Los fotógrafos que nos ocupamos de la danza no solemos (o no podemos)
escapar de esas tentaciones: el arabesque perfecto, el salto “congelado” en el
preciso instante, la pose armoniosa y sugerente. En definitiva, la magia del
escenario, de la representación, del espectáculo. La fotografía deja así, muchas veces, mero testimonio.
Pero Fabricio Sansoni, con la exposición que presenta en Fábrica de Arte
como parte del Festival Internacional de
Ballet de La Habana Alicia Alonso, propone mucho más que una crónica sobre
ese lugar y ese tiempo (tan misteriosos e inquietantes para buena parte de los
espectadores) que se concreta y que transcurre fuera de la vista del público.
Telón cerrado, telón adentro.
Y por supuesto que el testimonio es de por sí valioso,
pero sí además de esa funcionalidad se consolida un concepto, una construcción,
una metáfora, como es el caso... pues la fotografía es, decididamente, arte.
Las fotografías de Sansoni, tomadas en la Ópera de
Roma, no son reflejo de una realidad (es que el arte nunca será un espejo, ni
siquiera en el más conservador realismo); las fotografías de Sansoni son recreación no solo de un entramado
plástico, sino de los impulsos, de las
intenciones, del espíritu que lo animan.
Uno ve estas obras y más allá de la evidentísima corrección formal (el
pleno dominio de una técnica, la capacidad de componer) se pueden vislumbrar
historias, se pueden evocar sentimientos, estados de ánimo, motivaciones.
Cada fotografía puede ser
asumida como una puesta. Y la elección
de la monocromía no parece capricho; sino énfasis en la expresividad, el
dramatismo, la vocación documental que reafirma el llamado blanco y negro.
El tiempo sobre el escenario, realización del arte de la danza, es mínimo
si se compara con el que se invierte para garantizar un buen espectáculo.
Sansoni propone una visión ciertamente lírica de bailarines y personal técnico
antes, mientras o después de la función; inmersos en dinámicas alejadas de la
estilización decidida del ballet.
Aquí la estilización
la aporta el fotógrafo. La suya es la búsqueda consciente de la belleza, que está en todas
partes, pero que el artista descubre antes y mejor.
Yuris Nórido
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